Así como las personas sufren enfermedades, las parejas también pueden padecerlas. Es que las parejas están compuestas por personas, por ende las parejas tienen su propio estado de salud y también pueden padecer enfermedades y síndromes.
Ahora, ¿cómo darse cuenta de que la pareja está atravesando esta situación? ¿Cuál es la principal enfermedad que puede presentar un vínculo? Y sobre todo, ¿cómo puede una pareja luchar contra estas dificultades?
Una pareja puede separarse por muchos motivos; los más comunes son la infidelidad, el maltrato, el desprecio, etc. Estos motivos están en la superficie del conflicto, es la parte visible del iceberg. Pero por debajo de esto, está la parte más profunda y que no se ve a simple vista.
El licenciado en Psicología Sebastián Girona (MN 44140) se refirió al contrato de la pareja, con sus aspectos conscientes e inconscientes, como uno de los principales temas de conflicto en todo vínculo. «El corazón de toda pareja tiene que ver con el contrato que ésta tenga y los grandes problemas comienzan cuando alguno o ambos integrantes dejan de respetar ese acuerdo o quieren modificarlo sin previo aviso. Siempre se dice que cada pareja es un mundo, yo prefiero decir que cada pareja es un contrato», sintetizó el especialista, para quien «si el contrato no se cumple, más tarde o más temprano, el vínculo comienza a presentar síntomas y signos notorios que generan el síndrome de la asimetría, la enfermedad más grave que puede padecer una relación».
Dentro de estos síntomas, hay algunos que pueden llegar a ser muy nocivos para cualquier relación.
«La falta o ausencia de diálogo es un clásico en psicología, a la hora de hablar de los problemas en la pareja, y aunque sea trillado sigue siendo vigente. Pero cuando se habla de falta de diálogo, se hace referencia también a la falta de empatía», destacó Girona, y ejemplificó: «La definición más fácil y rápida de empatía es ponerse en los zapatos del otro, pero es mucho más complejo que eso. Más allá de que estos zapatos sean más lindos o más feos, nos queden bien o no o no sean de nuestro talle, cualquiera se pone los zapatos del otro. Esto, en todo caso, es el comienzo, lo que sigue es mucho más complejo y se trata de poder ver el problema como lo ve el otro, viviéndolo como lo vive el otro, sentir el sufrimiento de esa persona en carne propia y a partir de eso repensar el conflicto del vínculo».
Es que la empatía es ser sensible con el otro. «Eso es el diálogo en la pareja, es dejar entrar en mí la opinión del otro y viceversa. El diálogo en términos de poder escuchar y ser escuchado significa también respeto por el otro y por la relación», sintetizó.
A los hombres, en general, les cuesta más expresar y liberar las emociones y lo que sienten. Las mujeres, en cambio, y también en su mayoría, saben estar más conectadas con lo que pasa en su mundo interior. «Esta diferencia en las características de los géneros puede agravar las dificultades de cualquier pareja y por supuesto el diálogo y la empatía. Es muy común que la mujer, durante la relación, vaya haciendo de a poco el duelo de la pareja que se termina. Al hombre, en cambio, suele explotarle la bomba en las manos como una sorpresa que no vio ni se esperaba», insistió.
«Hay otra cuestión que está íntimamente relacionada con las dificultades para conectarse y es la falta de espacios compartidos solos, o sea sin hijos, ni familiares ni amigos ni nadie, solamente ella y él para compartir un momento entre los dos y poder facilitar el diálogo y la empatía», expresó Girona, quien enfatizó que «esto, que suena muy sencillo, muchas veces, no pasa». Suele suceder que uno de los dos propone y el otro presenta una inagotable fuente de excusas para que no pase. La estrella de estas excusas habitualmente es no saber dónde dejar a los chicos.
Otra situación muy repetida es que ni siquiera se lo plantean ni se lo cuestionan, simplemente no pasan tiempo solos. «Es importante tener en cuenta que esta clase de salidas y de encuentros alimentan la relación y el vínculo, y si tenemos en cuenta que la pareja es la base y el sostén de la familia, facilitar estos encuentros que sirven para monitorear la salud del vínculo pasa a ser fundamental y prioritario. No tiene por qué tratarse de la gran salida, puede ser un café en la esquina o lo que sea. La conexión no necesita necesariamente una cena cara», subrayó.
De más está decir que una pareja no se va a salvar por poder salir solos, lo que se busca es crear oportunidades y ofertas de encuentro para que la pareja se pueda reencontrar.
«Otro síntoma que aparece con mucha frecuencia en estas parejas son ciertas frecuencias o ’juegos’ que termina jugando. Se trata de un patrón que se repite muchas veces y que por supuesto le hace mal al vínculo. El más habitual es la mujer criticando y el hombre defendiéndose de esas críticas. La crítica suele ser una conducta que aparece más en la mujer que en el hombre, se representa en una imagen que todos tenemos en nuestro imaginario, ella extendiendo la mano y enumerando la lista de todo lo que él no hizo», describió Girona, para quien «la reacción más habitual frente a la crítica es la defensa, o sea que vemos a la crítica como un ataque del cual nos tenemos que defender».
De esta forma, se configura «el juego», ella critica y él se defiende, es como una persecución entre el gato y el ratón. ¿Cómo se puede evitar esto? «Basta con que uno de los dos haga algo distinto para que el círculo vicioso se termine. Es decir, o ella comienza a expresar las cosas de otra forma o él deja de defenderse. Muchas veces las cosas que pasan nos producen bronca y nos enojan, por definición la bronca suele ser el disfraz del dolor, o sea que puede haber muchas cosas que hace el otro que nos duelen», destacó. La clave está en poder expresarlo desde el dolor y no desde la bronca y la crítica. Por lo pronto, desde el dolor el otro ya no tendría motivos para defenderse. Esto tiene que ver con poder hablar de lo que le pasa a cada uno y no criticar lo que hizo el otro.
Otra señal típica está muy relacionada con el síntoma anterior y tiene que ver con las posiciones fijas y rígidas que estas parejas presentan. «En estas relaciones cada uno se ocupa de ciertas tareas de cierta forma, y esto no se puede cambiar. Por lo general, el que se ocupa de un tema en particular cree que nadie lo va a hacer mejor que él o ella. Esto lo ubica por sobre el otro y marca una asimetría en ese punto. Un ejercicio a realizar si alguien siente que le pasa esto, es hacer un esfuerzo y correrse de esos lugares comunes que ocupa en la pareja, dejar que el otro los ocupe. Esto puede llevar tiempo, pero si se sostiene traerá cambios en la dinámica de la relación», destacó el especialista.
Ahora bien, por supuesto que estos síntomas expuestos hasta ahora son importantes y nocivos, pero hay dos señales que de presentarse ponen a la pareja en una especie de «coma amoroso».
«El primero de estos es el desenganche emocional, es decir, que a uno de los integrantes de la pareja no le interesa lo que le pasa al otro, ni lo bueno ni lo malo –describió Girona–. Todos tenemos a nuestro alrededor una especie de círculo imaginario en donde entra lo que forma parte de mi mundo, mi trabajo, mis hijos, mi familia de origen, mis hobbies, mi equipo de fútbol, etc. Bueno, cuando se presenta el desenganche emocional, mi pareja sale de ese círculo. No está de más decir que este es un síntoma arrasador del vínculo y que más tarde o más temprano esa pareja terminará, por más duro que esto suene».
Y agregó: «El otro de los síntomas que puede llegar a ser devastador en una relación es la decisión unilateral de todo lo que pasa en la pareja de parte de uno de sus integrantes. Es decir que uno de los dos decide absolutamente todo, lo importante y lo no importante, y el otro lo permite. Este es el síntoma que marca la mayor asimetría entre los integrantes de la relación. Cuando ocurre esto hay uno de los dos que está por encima del otro, se configura una dinámica basada en la jerarquía, como si hubiera un jefe y un empleado».
El origen de este síndrome y sus síntomas tiene que ver con muchos factores. Uno de los más importantes es el modelo de pareja de los padres. Es muy común que los hijos de parejas asimétricas repitan esa historia y formen sus propias parejas asimétricas. Otro factor fundamental, según el especialista, es el choque de culturas que se produce cuando una relación empieza. «Ambos llegan a ella con muchas diferencias y la gestión de éstas marcará parte del destino de esa historia de amor. Por último, y no menos importante, están las creencias que tenga cada uno de los integrantes de la pareja acerca de cómo debe ser una relación», enumeró.
Si el síndrome de la asimetría es una enfermedad de la pareja, debe entenderse definitivamente que cuando una relación no funciona existen responsabilidades compartidas. Y esto no quiere decir que siempre sea 50 y 50, ese planteo apunta a aliviar culpas de culpables. Sin dudas uno de los dos puede presentar mayor responsabilidad que el otro, pero nunca será culpa exclusiva de uno solo. «Si una pareja tiene su propia vida, también tendremos que entender que, así como una persona es responsable de su salud, los integrantes de una relación son los responsables de la salud de esa relación», enfatizó.
Fuente: https://www.infobae.com