A pesar de sus breves 18 años, Bryan, del barrio Simón Bolívar, tuvo que abandonar el tercero de bachillerato para trabajar y así, sostener a su madre y a su hermano menor.

Dice con ojos brillantes por la impotencia que se agolpa en su mirada, que su mayor aspiración es conseguir un buen empleo para ayudar a su madre.



Siente que las posibilidades de encontrar un empleo digno son escasas, sobre todo después de desertar de la escuela. Su dilema es que, según explica, sin un empleo no puede costear los útiles y libros necesarios para continuar sus estudios.

Antes trabajaba en una fábrica de pantalones blue jeans. Ahora, sin el pírrico sueldo que cobraba, sus días transcurren en el barrio entre la escasez de alimento, la falta de agua potable, el abuso policial y la violencia de los traficantes de drogas que venden crack y marihuana en los callejones. Todos los días se expone al peligro, sólo por el hecho de salir de su casa. Mira su futuro sombrío, su desesperación aumenta y las esperanzas de un porvenir venturoso se desmoronan.



El caso de Bryan es uno de tantos jóvenes dominicanos que residen en zonas urbanas marginadas, que sienten que su vida es un laberinto que no conduce a ninguna parte.

“Aquí la gente vive separada por un cartón”

Los sectores del Distrito Nacional que concentran la mayoría de la población con desventajas sociales se encuentran en la Zona Norte, Circunscripción 3. Esta sección de la capital dominicana alberga sectores como Capotillo, Simón Bolívar, La Zurza, La Ciénaga, Gualey, Guachupita.  Barrios tristemente célebres por la pobreza, la delincuencia común, el tráfico minorista de drogas y la escasez de servicios básicos.

Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas, la parte alta de la ciudad capital dominicana agrupaba en 2002, un 39.2% de la población residente el Distrito Nacional.  A pesar de ser la Tercera Circunscripción, la de menor extensión, aquí se aglomeraban 269,501 jóvenes.  Además de la alienación social, la segregación territorial y las precariedades infraestructurales son los terribles flagelos para los residentes en estos barrios.

Desde entonces, poco ha cambiado. El hacinamiento extremo es un grave problema. Según  la ONE, el porcentaje de hogares hacinados en los barrios La Zurza, Capotillo, Simón Bolívar, Gualey y Domingo Sabio, se encuentran entre 34 y el 45 por ciento.

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Cañadas, hedor e interminables escalones

Estar alienados territorialmente, es otra de las barreras que limitan a los jóvenes que residen en barrios populares de Santo Domingo. La falta de servicios básicos es una realidad que enfrentan desde que el día marca sus primeras horas.

Para salir de su barrio atestado de basura, cloacas, cañadas y aguas estancadas, muchas veces tienen que subir largos escalones.

Cuando viviendo en un sector marginado un joven se propone bañarse, se encontrará con que desde el grifo nunca saldrá agua, sino que tiene que cargar el liquido en cubetas y para enjuagarse el jabón de cuaba tendrá que servirse de un jarrito o un pote de aceite cortado.

En el barrio la línea que separa lo público de lo privado es muy delgada. “Aquí la gente vive separada por un cartón” dice Luis Javier,  líder comunitario de Capotillo.

Tahíra Vargas**, antropóloga con amplio trabajo de campo en sectores marginados de Santo Domingo, afirma que el barrio como espacio público forma parte importante del desarrollo de los adolescentes.

La investigadora en temas sociales sostiene que la falta de espacios de esparcimiento y recreación artística y deportiva en los barrios de la Zona Norte limita las formas de los jóvenes manejar las frustraciones que brotan del seno familiar.

Según Saraví, los guetos de pobreza en Latinoamérica están caracterizados por bajos niveles educativos, venta y consumo de drogas, violencia y delincuencia, muy altos niveles de desempleo e inestabilidad laboral.

“Muchas veces me preguntan que porque yo vivo ahí. Yo le digo que ahí naci… ¿Qué voy a hacer?”, dice con resignación uno de los muchachos de la Zurza que trabaja en una tienda por departamentos.

Los barrios pobres son usados como centro de operación del narcotráfico

Luis Javier, además de líder comunitario es coordinador de trabajos barriales del Instituto de de Desarrollo Intregral, una ONG que desarrolla proyectos de bien social en los barrios de la Tercera Circunscripción.

Oriundo del barrio de Capotillo, Javier afirma que los barrios pobres del Distrito Nacional son el centro de operación de narcotraficantes que no viven ahí pero que utilizan los jóvenes del barrio para distribuir droga.

“Viven en barrios más cómodos, donde pueden pasar como si se dedicaran a otra actividad”, afirma el activista.

Mantiene que los muchachos de los barrios marginados se enrolan en actividades ilegales porque no están preparados para tener un trabajo que les permita acceder a relojes, tenis de marca y un celular costoso.

La deserción escolar perpetúa la pobreza de los jóvenes

“Ahora mismo piden una cantidad de requisitos y uno no los puede cumplir todos. Piden certificado de bachillerato” dice Mariely, una joven madre soltera de dos niños. Ella como muchas madres jóvenes tiene que enfrentarse a la difícil tarea de criar a sus hijos sin un empleo fijo.

Las razones de los altos niveles de desempleo en los jóvenes de los barrios son diversas. Una de ellas se encuentra relacionada a los bajos niveles de escolaridad que alcanzan una parte importante de ellos.

Según datos de la Encuesta Demográfica y de Salud, Endesa, un 5.3% de estudiantes desertaron en el 2007.

A Mariely le ha costado conseguir un buen empleo para mantener a sus dos hijos debido a que no tiene su certificado de bachiller.
Juan Camilo Cortés /Acento.com.do

Mariely  está convencida de que si hubiese terminado la secundaria podría acceder a un trabajo formal. La joven dejó de estudiar al salir embarazada de su primer hijo. Aunque ya había alcanzado el tercer nivel de la educación media no ha continuado sus estudios.

“Después que uno tiene un hijo es diferente, no es lo mismo en la casa. Tenía que fajarme más. Si hacía una cosa tenía que hacer dos”. Cuenta que trabajó en restaurantes de comida rápida y como promotora de diferentes marcas. Pero nunca ha conseguido un trabajo fijo.

El matrimonio y la fecundidad adolescente es una de las razones principales que impiden el desarrollo social de las jóvenes. Datos del Censo 2002 revelan que el 28% de las jóvenes que desertan de la escuela, porque se casaron, un 6% lo desertaron porque quedaron embarazadas.

“Ser madre soltera es muy difícil. Hay días que le dan a uno hasta depresiones. Cuando yo no estoy trabajando, pienso que tengo que comprarles la leche a los niños, que tengo que comprarles los pañales… que el niño en el colegio… mis gastos personales”, relata la joven, quien se angustia de sólo recordar esos difíciles y frecuentes momentos.

En el caso de los hombres, la deserción escolar es aún mayor, representando el 5.5%. Ney, es uno de los desertores del sistema escolar. Es un joven de 27 años que nació y fue criado en La Zurza. Sólo llegó hasta un séptimo curso de la primaria, que forma parte del 33% de jóvenes que dejan los estudios para dedicarse a trabajar. Actualmente trabaja como dependiente de un pequeño colmado que está a pocos escalones del Río Isabela.

Para Javier que es un líder comunitario que desde su infancia vive en la parte alta de la ciudad, los problemas del desarrollo social de los jóvenes están estrechamente relacionados a sus aspiraciones y expectativas de progreso.

Palomo o “tíguere”

Desde los estudios sociales se entiende que los jóvenes de clases bajas pueden asumir diferentes posturas adaptativas o disidentes ante la sociedad.  En todos los sectores populares  hay jóvenes que asumen posturas adaptativas. Estos son los chicos considerados como los trabajadores o los estudiosos del barrio.

Pero también están los que se comportan de manera disidente al orden establecido. Esos son los que están en las esquinas  o los que se dedican a la delincuencia.

Algunos de los jóvenes han perdido la confianza en la superación socioeconómica a través del estudio y el trabajo. Analí Santos, coordinadora comunitaria de COPADEBA, dice que un joven se capacita en los cursos técnicos que algunas organizaciones de la Sociedad Civil imparte en los barrios. Pero que después les resulta es difícil insertarse en el mercado y cuando consigue una oportunidad, es cobrando sueldos mínimos que sólo alcanzan para el transporte.

Eso explica el cambio de patrón a imitar que menciona Javier. Él sostiene que en los años que creció en Capotillo, el chicho admirado en el sector era el laborioso y estudioso. Continúa diciendo que en la actualidad los jóvenes se identifican más con el capo, que llega en un carro lujoso y ropa de marca al barrio.

“Muchos siguen asumiendo la idea de que hay que estudiar, que hay que prepararse. Pero a veces se ven frustrados porque un profesional en este país no consigue un sueldo para una vida adecuada”, dice Javier.

También la discriminación por el barrio de residencia

Los jóvenes que quieren salir de la pobreza igualmente, tienen que luchar en contra del estigma de provenir de un barrio “caliente”.

Bryan del Simón Bolívar dice que los empleadores temen contratar jóvenes de barrios marginados. “Se van llevando de cómo se vive aquí, se arman los pleitos y vaina… según eso, piensan que uno es delincuente también”.

Bryan ante la desesperación consideró enlistarse a la policía, para encontrarse con que no estaban aceptando gente del Simón Bolívar ya que al entender de las autoridades todos son delincuentes.
Juan Camilo Cortés /Acento.com.do

Uno de los planes de Bryan para poder trabajar y seguir estudiando fue truncado por ser de un barrio considerado peligroso.  “Yo me iba a enganchar a la Policía, pero la situación está difícil porque no están enganchando gente del Simón Bolívar ni del Capotillo, porque ellos creen que se van a enganchar para ser delincuentes”.

Un joven tapicero de La Zurza relata que encontrar trabajo fuera del barrio es difícil  para ellos.  “Dicen: ‘ese vive en un barrio malísimo’ porque creen que tu le puedes hacer una fechoría. Llevarle un coro que le va robar”.

Javier insiste en que nada se hace si se capacita a los muchachos pero no pueden conseguir un empleo. “Si son del Simón Bolívar, Las Cañitas, Capotillo o La Zurza dicen- ¡es un ladrón!”

“Para estar en una esquina no te piden currículo ni documentos”

Son frecuentes los casos de jóvenes que no tienen documentos, porque sus padres nunca tuvieron, e igualmente a ellos se les dificultó conseguirlos.

Esos muchachos sin documentos “trabajan en el mercado y sino, venden drogas”, afirma de manera  categórica Francis D’Oleo Batista, joven líder comunitario de 21 años.

Francis, quien es miembro de la Asociación de Moradores para el Desarrollo Barrial, sostiene que esa situación le quita todas las esperanzas de superación. Dice que conoce el fenómeno de cerca, pues algunos de sus amigos no pueden ni estudiar ni tener un trabajo digno por esta situación.

Sin embargo “para estar en una esquina no te piden currículo ni documentos. Sólo hay que sé guapo y sagaz”, continúa diciendo.

“Vivir en la zozobra”entre traficantes y policías

En el momento menos pensado se puede armar un gran tiroteo. Vendedores de drogas y policías se apoderan de las aceras y callejones de los barrios, en batallas donde las víctimas nada tienen que ver en la contienda.

Ney, de La Zurza, dice que para vivir en ese barrio hay que adaptarse a la zozobra. “A cada rato pasa un coro por aquí como si fueran tejanos, eso es a diario”, afirma el joven que también dice que en sus disputas no les importa a quien se llevan por delante.

Recientemente fue víctima de robo. Pero es tal el control que los delincuentes tienen en el barrio, que hasta miedo les da poner la denuncia.

“Está el plomo como si fuera gente. Un tiroteo, al que se le pegó… se fue. A un primo mío que no es de nada, le alcanzó una bala. En peleas de puntos” dice Francis de La Zurza.

Para ellos viviendo en La Zurza los  disparos, droga, atracadores, son asuntos normales. Pero jóvenes entrevistados sostienen que la mayoría de las personas que viven es sus barrios son personas decentes. Opinan que lo que sucede es que los hechos negativos son más notorios.

Hay muchas oportunidades, ta en que tu quieras coger las oportunidades, dice con un gesto pícaro, aludiendo explícitamente a los actos ilegales.

“La policía aquí  hace pila de abusos”

Es una queja común en los jóvenes de los barrios, que agentes de la Policía Nacional y la Dirección Nacional de Control de Drogas hace uso excesivo de su autoridad.

“La policía nos tiene en zozobra” dice un joven de La Zurza. Cuentan el reciente caso de un muchacho que agentes de la DNCD sacaron de un centro de video juejos. Dicen que le colocaron droga, sin él ser ni traficante ni consumidor.

Actualmente lleva un mes preso, según sus compañeros, sin haber cometido ningún delito.

Declaran  que viven con miedo. Temen a que en cualquier los “topos” como llaman a los agentes de la DNCD, en un  operativo les detengan y les acusen de posesión y venta de drogas. Afirman que es una práctica común colocarles droga a los jóvenes y acusarles de delincuentes.

“Se la ponen a uno como se la han puesto a muchos. La dirección viene y se la pone a uno. Cuando tú vienes y te recoges te dicen: ven a acá, ¿usted se está embalando?  ¡Venga!” dice uno de los jóvenes de La Zurza.

“Te suben en la guagua, cuando tu llegas allá, ya tienes droga. Si tienes dinero, te lo quitan y te ponen droga”, dice indignado un joven obrero.

Se quejan amargamente de  que a los verdaderos delincuentes le quitan el dinero y los dejan volver a las calles a seguir cometiendo delitos.

“¡Eso es una indignación! Uno anda en la calle con miedo. Tú andas en la calle y la policía también atraca”, expresa con rabia.

Uno de los muchachos le interrumpe y continúa diciendo: “yo tengo un motor, yo ando en el motor a la buena de Dios. Porque digo: me puede salir la policía, me puede atracar, me puede atracar un delincuente, uno anda con Dios por delante. Tú no sabes quién es, porque hay muchos policías que andan atracando”.

El acoso de los agentes del orden es constante.  “Yo a veces he salido con miedo a la calle, porque la policía me ha ofrecido sacarme los dientes y dame hasta golpe y de todo, sólo por el gusto, que me van a dar un tiro. Sin yo hacer nada, y nunca he tenido antecedentes policiales, porque yo lo que soy es deportista”, dice un muchacho de La Zurza que se dedica al béisbol.

Han sido víctimas de todo tipo de atropello. Relatan la historia de un mayor de la Policía que les cortaba el cabello a aquellos que lo llevaban largo. “Te llevaba al destacamento y te los cortaba con la tijera que tenía allá.  Si te quejabas te daban golpes, nada más por eso…”

Francis, es estudiante de la UASD. Relata que una noche, cerca de las 10:00 de la noche acompañaba, junto con unos amigos a su cuñada hasta su casa.

De regreso, les detuvo la policía. Se identificaron, pero de todas formas les obligaron a subirse a la unidad y les dejaron una noche entera en el destacamento, inclusive uno de los chicos que era menor de edad.

Después de esa violación, Francis dice que no le tiene confianza a la policía. “Les temo porque se han dado casos de asesinatos de jóvenes y después dicen que fue en intercambio de disparos. No quisiera que fuera mi caso.”

Más apoyo, menos abusos y discriminación

“Los jóvenes necesitan oportunidades” es una frase muy manoseada, pero al parecer no deja de ser la clave para iniciar el proceso de reversión de los daños a un sector vulnerable de la sociedad como los jóvenes.

Oportunidades de acceder a educación de calidad. Pero igual de importante, es que confíen en que el estudio y el trabajo son vías reales de asenso social.

La oportunidad de transitar, sin que nadie les detenga por el simple morbo de abusar o porque esa noche necesita completar el dinero de la cena.

Resulta paradójico que en los Barrios Seguros, los residentes se sientan temerosos y vulnerables. Los jóvenes reclaman “un barrio seguro sin abusos”.

*Luis A. Javier fue entrevistado para este trabajo. Es activista de los derechos humanos de jóvenes de barrios marginados del Distrito Nacional. Actualmente se desempeña como coordinador de la Unidad de Gestión de Riesgos del Instituto Dominicano de Desarrollo Integral; organización que desarrolla proyectos sociales en los barrios La Zurza, Capotillo, Simón Bolívar, Las Cañitas y Gualey.

** Tahíra Vargas también fue entrevistada para la realización de este reportaje. Es antropóloga social con más de veinte años en la investigación de temas temas como la pobreza, violencia, género, migración y juventud. Ha escrito artículos y libros donde registra su experiencia de campo. Además ha sido catedrática universitaria.

Fuente: Acento.com.do