Una de cada cuatro personas tiene algún tipo de ansiedad al subir a un avión. Además de la psicoterapia, los cursos que organizan asociaciones y las mismas aerolíneas se han convertido en un exitoso recurso tanto para los que nunca se animaron a subir a un avión como para los que lo hacen con miedo.

José Enrique llegó desde Italia hace tres décadas pero jamás pudo volver a visitar a su familia. Sus hermanos sí pudieron, pero debido a su miedo a los aviones, hace más de 30 años que no viaja. No es la única persona en el mundo que se pierde de conocer lugares nuevos o incluso de crecer en un trabajo a causa de la aerofobia o miedo a volar. La diferencia con otras personas es que José Enrique se animó a dar el primer paso para vencer su fobia y se inscribió en un curso para perder el miedo a los aviones.



Asiento de avion

“Anímate a volar”, organizado por Aerolíneas Argentinas, no pretende reemplazar una terapia psicológica sino que, como la mayoría de los cursos que se dictan para superar la aerofobia, se propone ayudar a los pasajeros a través de dar información sobre todo lo que se refiere a los vuelos.



Hay otras empresas que dan cursos para hacer menos tortuoso el viaje, como Virgin Atlantic y British Airways.

Miedo a despegarse del suelo

Los cursos tienen por lo general la misma estructura. En «Anímate a volar», después de la catarsis grupal que siguió a la pregunta “qué les da miedo de un avión”, una azafata toma la palabra y explica, con el mismo tono agradable y contenedor con que anuncian que un avión está por despegar, que la idea es que uno pueda disfrutar del viaje y volar cada vez más cómodo.

Para ello, le da la palabra al comandante Pablo García Otamendi, piloto desde hace 30 años, que se propone una tarea que parece imposible: explicarle a este grupo de personas que todavía no terminan de entender cómo un pájaro de metal puede mantenerse en el aire sin caerse (así lo sintetizan muchos) porqué es tan seguro viajar en avión, qué pasa con las turbulencias, los rayos, las tormentas, la neblina, los motores y otros temas más.

La mayoría lo escucha como hipnotizado ya que una de las fantasías de los que temen volar es que el piloto sea un inexperto o una persona fuera de sus cabales. Este miedo se agravó después del trágico accidente de Germanwings, en que el copiloto estrelló el avión contra los Alpes franceses.

Luego, para que los ansiosos no sigan preguntándose en qué momento sucederá: los organizadores invitan a pasar a un simulador de un Boeing 737.

Esta cronista (foto arriba en la cabina) tuvo la suerte de poder subir y acomodarse bien adelante para poder experimentar la fascinante sensación de despegar, planear y aterrizar con sol radiante, neblina y hasta un poco de tormenta, mientras los pilotos iban relatando para qué sirve cada una de las herramientas de ese inmenso y luminoso tablero.

También participaron otro piloto, un jefe de mantenimiento y otra azafata. Quizá lo que a la mayoría le tranquilice sea saber que los primeros interesados en llegar a destino sanos y salvos son los integrantes de cada tripulación. Todos tienen hijos, parejas, padres y amigos esperando en tierra.

Y de a poco, la tensión del salón empezó a desaparecer y hasta se podría apostar que de haber una venta de pasajes a la salida del curso, algunos se hubieran animado a comprar un ticket aéreo. De hecho, no faltaron los que le preguntaron al comandante si podían viajar con él.

De la fantasía a la realidad

Alrededor de uno cada cuatro estadounidenses tiene miedo a volar, según el Instituto Nacional de Salud Mental. Sin embargo, las estadísticas demuestran que el avión es el medio de transporte más seguro del mundo. La posibilidad de tener un accidente es de 1 en 11 millones, aunque la proporción puede variar según la fuente.

Otra opción para corroborar el tema de la seguridad del transporte aéreo es descargarse la app “Am I going down?” que calcula las posibilidades de que un avión se caiga. Según los datos que se ingresen, las probabilidades podrían ser equivalentes a que una persona viaje todos los días por los próximos 11,150 años. Algo que hasta ahora nadie podría hacer.

Fuente Holadoctor.com