Irak rendía este lunes homenaje a las más de 200 personas que murieron el domingo en un atentado en Bagdad reivindicado por el grupo Estado Islámico, uno de los peores de la historia del país.

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Las autoridades anunciaron este lunes un nuevo balance de 231 víctimas, que el domingo por la noche era todavía de 119.

Estas cifras lo convierten en uno de los ataques más graves en la historia de Irak, un país castigado desde hace años por atentados contra lugares muy frecuentados, como centros comerciales, mercados o mezquitas.



El atentado del domingo pone de nuevo de relieve la incapacidad de las autoridades de instaurar medidas de seguridad eficaces.

El primer ministro Haider Al Abadi, que el domingo visitó el lugar del ataque, prometió castigar a los responsables y anunció tres días de duelo nacional.

El atentado fue perpetrado por un kamikaze del EI que hizo estallar un coche bomba en una calle del barrio comercial de Karrada. La zona estaba llena de gente que hacía sus compras para la fiesta que marca el final del ramadán, el mes de ayuno musulmán.

Además de los fallecidos, más de 200 personas resultaron heridas, indicaron responsables de seguridad. El balance se agravó porque la explosión provocó incendios en edificios y comercios cercanos.

Husein Alí, un ex soldado de 24 años, explicó a la AFP que en el atentado murieron seis empleados de una tienda que pertenece a su familia. «Voy a volver al campo de batalla. Al menos allí sé quién es el enemigo y puedo combatirlo. Pero aquí no sé contra quién tengo que luchar», dijo.

Yihadistas bajo presión en Irak 

El atentado fue reivindicado por el EI, que indicó en un comunicado que un kamikaze iraquí atacó a los chiitas, la comunidad musulmana mayoritaria en Irak y considerada como hereje por los radicales sunitas.

El ataque también demuestra que el EI es capaz de cometer acciones devastadoras en pleno centro de Bagdad a pesar de las derrotas militares en Irak que ha sufrido en los últimos meses, con la pérdida de ciudades como Tikrit, Ramadi y sobre todo Faluya, que fue reconquistada en junio por las fuerzas iraquíes.

El primer ministro Al Abadi, criticado por ser incapaz de proteger a los civiles, anunció el domingo la modificación de medidas de seguridad, entre ellas la retirada de los detectores de explosivos considerados ineficaces.

También ordenó al ministerio del Interior que acelere el despliegue de un dispositivo para inspeccionar vehículos en todas las entradas de Bagdad, por donde cada día pasan miles de camiones y coches particulares.

El domingo los habitantes de Bagdad demostraron su cólera lanzando piedras al convoy de Al Abadi, que dijo comprender los «sentimientos de emoción» y de «tristeza y rabia».

El atentado de Bagdad ha sido condenado por numerosos responsables extranjeros, entre ellos el enviado de la ONU en Irak, Jan Kubich, que lo calificó de «acto cobarde y odioso de proporciones sin precedente».

El ataque «no hace sino reforzar nuestra determinación de apoyar a las fuerzas de seguridad iraquíes», dijo por su parte el portavoz del Consejo Nacional de Seguridad estadounidense, Ned Price.

Estados Unidos lidera la coalición internacional que cada día lleva a cabo ataques aéreos contra posiciones del EI. Esta ofensiva ha permitido a las fuerzas iraquíes retomar parte de los territorios perdidos en 2014 y progresar hacia Mosul, la segunda ciudad del país y último gran bastión del EI.

Los yihadistas también están bajo presión en Siria, donde pierden terreno en el norte y el este, pero todavía conservan importantes territorios como la ciudad de Raqa, convertida en su «capital».