Fueron doce meses de acoso. Un año en el cual Mallory Grossman, de 12, vivió un tormento diario. Por parte de otras niñas de su misma edad. Fue a través de posteos en Instagram y Snapchat. Uno de ellos fue explícito: «¿Por qué no te matas?». Terminó haciéndole caso: se suicidó el pasado 14 de junio.

Fue un año de bullying permanente. Quienes alguna vez fueron sus amigas en el colegio de Rockaway Township, Nueva Jersey, comenzaron a generarle un vacío diario. Se burlaban de Mallory, la molestaban permanentemente, la miraban mal y le hacían un vacío cruel todos los días. Ni siquiera compartían la misma mesa. Se levantaban cuando ella se aproximaba con su bandeja.



Las señales comenzaron a multiplicarse. Y pronto el alerta se encendió en su hogar. Desde octubre pasado no quería ir más al colegio. Ponía excusas de todo tipo: dolor de estómago, dolor de cabeza. Quería estar en casa. El colegio era un lugar hostil.



Indica Infobae.com que sus padres, Dianne y Seth Grossman, tomaron cartas en el asunto. Se pusieron en contacto con las autoridades de la institución y los informaron sobre el acoso que sufría su hija de parte de sus compañeras del sexto grado. Incluso hablaron con los padres de las acosadoras. Pero nada cambió. Y el calvario se incrementó.

Ayer, cuando aún el duelo por la muerte de Mallory continúa, Dianne y Seth decidieron recurrir a la Justicia. Hacen responsable al Distrito Escolar por la falta de respuestas ante las advertencias que se hicieron desde octubre hasta el día final de la niña. ¿Cómo puede ser que ocurra algo así en Nueva Jersey, uno de los lugares con las leyes anti-bullying más duras de Estados Unidos? «Hubo un patrón, un constante descarte de mis preocupaciones» por parte de las autoridades -tanto académicas como administrativas- de centro educativo.

Mallory no quería ir a la escuela. Ponía todo tipo de excusas para evitar a sus compañeras quienes la despreciaban

También demandarán a los padres de las niñas que acosaron a su hija durante todo un año sin que ellos lo impidieran. Una de las respuestas que recibió de una madre fue que todo se trataba de una «gran broma». Minutos después de esa última conversación telefónica, su hija le envió decenas de mensajes de texto. Al día siguiente, Mallory se quitó la vida.

«Estamos aquí para llevar luz sobre el hecho de que este pequeño aparato (un móvil) puede ser un arma letal en las manos de los niños incorrectos», dijo el abogado de la familia Grossman, Bruce Nagel. La familia quiere advertir sobre la «epidemia» del cyber-acoso que padece la nación.

Esa «epidemia» de la que habla Nagel está sustentada diversos estudios y encuestas que la respalda. El 34 por ciento de los niños entre 12 y 17 años padecieron acoso digital a lo largo de su vida. En tanto que un informe de la Academia de Pediatras de los Estados Unidos determinó que hay una «clara relación» entre el bullying y el suicidio infantil o el sólo pensar en cometerlo, según consignó The Washington Post.