A finales del siglo XIX, dos fisiólogos italianos mantuvieron despiertos un grupo de perros caminando constantemente durante un período de varias semanas, hasta que, trágicamente, murieron a causa de lo que parecía ser la degradación de varios nervios en el cerebro y la médula espinal.

Experimentos similares en ratas también han demostrado que la falta de sueño puede ser mortal.



Evidentemente realizar este tipo de experimentos en humanos va en contra de toda noción ética, por lo que no se ha podido establecer claramente si la falta de sueño puede realmente ser fatal para las personas.

Sin embargo, hay un caso que destaca por su nivel de escrutinio científico; se trata de la experiencia de Randy Gardner quien a sus diecisiete años de edad se mantuvo despierto por 264 horas seguidas, lo que se considera un verdadero récord para la privación del sueño.



Al conocer el experimento del para entonces estudiante Randy Gardner, el psiquiatra de la Universidad de Stanford William C. Dement, aprovechó la rara oportunidad para observar y registrar las ondas cerebrales de Gardner durante toda la prueba.

El científico informó que después de tres días, Gardner se estaba poniendo melancólico y perdiendo la coordinación. Poco a poco, sus sentidos se vieron afectados, incluido su olfato. Para el día cinco ya estaba alucinando, su cerebro se deslizaba a un estado de sueño.

Los análisis de seguimiento de la actividad cerebral de Gardner descubrieron que no estaba tan completamente despierto como aparentaba, los registros mostraron que varias partes del cerebro se apagaban de vez en cuando.

Si bien no fue una experiencia agradable, no hay nada que sugiera que la salud a largo plazo de Gardner estuviera en peligro; la mayor muestra de ello es que en la actualidad tiene 68 años y no ha manifestado ningún indicio de que los 11 días que estuvo sin dormir afectaron su salud.

De estos señalamientos se desprende que por alguna razón, los humanos parecen haber desarrollado trucos neurológicos similares a los presentes en algunas aves y mamíferos acuáticos: la capacidad de apagar ciertas partes del cerebro mientras otras se mantienen despiertas.