Qué bien nos sentimos cuando los demás se esmeran por agradarnos siempre con una sonrisa, un gesto amable y una buena actitud. Pensamos que esas personas no tienen problemas y que la vida les sonríe, pero no es así. Lo que pasa es que esas personas han aprendido a reflejar a Cristo por encima de todas las cosas.

Ellos han aprendido a darle valor a su vida por medio del sacrificio de la cruz y nada los hace cambiar ni asumir una posición contraria a la que dice la Palabra, porque lo que más les importa es reflejar la imagen de Él.



Cuando entendemos que somos luz y que donde estemos siempre tenemos que irradiar las bondades de nuestro corazón, no tenemos que hacer esfuerzo alguno para que se sientan bien los demás, aunque estemos pasando por momentos difíciles; porque conocemos y entendemos nuestra posición como embajadores del Reino.

No te limites cuando veas o hables con alguien. Siempre trátalo como si fuera Cristo mismo quien estuviera haciéndolo, dando lo que muchos no pueden ofrecer, porque dentro de su corazón todavía no hay lo que nosotros tenemos, Su Espíritu.



Por la pastora Montserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios