Vivir en fe no es decir yo tengo fe; vivir en fe es demostrarlo día tras día, minuto a minuto, segundo a segundo, confiando plenamente en la palabra de Dios, no dejándonos llevar por lo que estamos viviendo.

La fe no nace de la noche a la mañana; se cultiva con las experiencias que vivimos diariamente. Por eso, para que nuestra fe crezca es necesario que pasemos por situaciones adversas las cuales no podemos controlar.



Si podemos manejarlas, no es fe, porque fe es vivir confiado en Dios. Es como cerrar los ojos mientras manejamos, y saber que no chocaremos. No es fácil tener fe porque estamos acostumbrados a un mundo natural. Pues la fe es la confianza en lo que no vemos, pero sabemos que está. A diario vemos cómo personas cercanas que decían tener fe, de momento están desesperadas, angustiadas, temerosas. Entonces nos preguntamos “¿Dónde está su fe?”

Y no ha de extrañarnos, porque aun Jesús pasó estas experiencias con sus discípulos. Por esto no podemos conformarnos con decir “Yo tengo fe”, sino decirle “Señor, aumenta mi fe. No quiero ser de los que dudan en los momentos difíciles. Al contrario, quiero ser de los que mantienen su esperanza en su Salvador”.



Por la pastora Montserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios