¿Por qué algunas personas que han puesto su fe en Cristo como Salvador todavía se sienten derrotadas y continúan luchando con el pecado? Porque quizás nunca hayan comprendido lo que sucedió en la cruz. En vez de vivir en su nueva identidad en Cristo, se sienten pecadores sin esperanza y sin poder para cambiar.

Para entender qué transformación drástica tuvo lugar en la salvación, veamos lo que dice Dios acerca de quiénes éramos sin Cristo:



Muertos espiritualmente. No estábamos heridos, estábamos muertos en nuestros pecados e impotentes para relacionarnos con Dios.

Merecedores de la ira y el juicio de Dios. Nuestro pecado no solo puso una barrera entre nosotros y Dios, sino también nos convirtió en sus enemigos, destinados a su justa condenación.



Indefensos y sin esperanza. Nada de lo que pudiéramos hacer nos haría aceptables a Dios. Ni siquiera podríamos volvernos a Él en arrepentimiento sin la intervención del Espíritu Santo.

¡Pero Dios nos amó! Qué grandioso el hecho de que el Dios santo mostrara misericordia a pecadores rebeldes. Él envió a su Hijo para rescatarnos y sufrir el castigo que merecíamos. Ahora, todos los que creemos en Cristo como Señor y Salvador, hemos sido resucitados de la muerte espiritual a la vida eterna.

Las barreras que una vez nos mantenían lejos de Dios han sido eliminadas en Cristo. Ya no tenemos que vivir derrotados por el pecado, porque tenemos el poder del Espíritu para vivir de acuerdo con nuestra nueva identidad en Cristo. La gracia de Dios es suficiente, no solo para salvarnos, sino también para transformarnos.

Fuente encontacto.org