¿Lleva heridas consigo a todas partes? Tal vez alguien le dijo o hizo algo que le hirió ayer, y no puede dejar de pensar en eso. O quizás el agravio sucedió hace muchos años, y todavía le afecta.

Dios no quiere que vivamos bajo una nube de dolor emocional. En el pasaje de hoy, Él provee la salida si estamos dispuestos a tomarla.



Reconocer nuestro propio pecado (Efesios 4.30). Aunque la culpa de la otra persona parezca mucho mayor, no podemos escondernos detrás de la etiqueta de “víctima”. Quienes nos han hecho daño serán responsables ante Dios por sus acciones, pero nosotros somos responsables por la manera en que reaccionamos. Por eso se nos advierte que no debemos contristar al Espíritu Santo.

Abandonar Las acciones pecaminosas (Efesios 4.31). La única manera de seguir adelante es dejar toda amargura, enojo y malicia hacia quien nos lastimó. Cada vez que pensamos en el daño que recibimos, revivimos el dolor y pecamos en vez de andar en obediencia al Espíritu Santo. Para ser sanados de nuestras heridas, debemos dejar tales cosas.



Perdonar (Efesios 4.32). Como personas perdonadas por cada pecado que hemos cometido, no tenemos derecho a aferrarnos a los agravios de los demás.

El Espíritu Santo nos capacita para perdonar cada vez que nos sometemos a Él. Si el dolor es profundo, el avance puede ser lento. Sin embargo, continúe obedeciendo a Dios con una actitud de perdón. Descubrirá que cuando no piense más en el agravio, la herida que ha estado llevando también se desvanecerá.

Fuente encontacto.org