SANTO DOMINGO. Cuando tenía 20 años, Mayerlin tuvo un embarazo no deseado. En su desesperación por terminar con una situación que no buscaba, acudió a varios métodos, incluidos golpearse a sí misma.

“Probé varios métodos, como infusiones o pastillas. Me daba golpes en el abdomen con bloques de cemento. Pasé periodos sin comer ni beber agua para debilitarme. Decían que el Cytotec (misoprostol) era lo más efectivo. Lo conseguí, tomé algunas pastillas y me introduje otras en la vagina”.



El testimonio de Maryelin está contenido en un estudio presentado hoy por Human Rights Watch titulado “Es tu decisión, es tu vida. La criminalización total del aborto en el República Dominicana”, con el que llaman la atención sobre los grandes riesgos de salud a los que se expone una mujer que no tiene acceso a servicios de salud para interrumpir un embarazo de forma segura.

Señala el Diario Libre que la presentación estuvo a cargo de la investigadora de Human Rights, Margaret Wurth, la directora de Comunicación de ese organismo, Emma Daly, y la directora de la Colectiva Mujer y Salud, Cinthya Velasco.



Para el estudio se entrevistaron a 50 mujeres, de las que 47 tuvo un embarazo no planificado y unas 29 intentaron terminar con su estado de preñez. En sus intentos, las mujeres se sometieron a periodos largos de fuerte dolor, infecciones, y hasta la muerte.

Resaltan el dato, basado en informes del Ministerio de Salud, de que el 8% de las muertes maternas en el país están relacionadas con situaciones de abortos espontáneos e inducidos.

Las mujeres también sufrieron discriminación y malos tratos de parte del personal médico, cuando intentaron buscar ayuda para tratarse una afección generada luego de realizado el aborto, fuera clandestino, inducido o espontáneo.

Camila, una joven de 24 años, contó que una amiga de 20 años salió embarazada, tomó pastillas y una bebida (de las denominadas botellas en los sectores populares del país) para abortar. Luego acudió a su casa en busca de ayuda porque se sentía muy mal de salud. Acompañó a su amiga a la emergencia.

“La mujer que le hacía el raspado le recriminó que era una abusadora, que había matado a su hijo y que le dijo ´deberían matarte a ti también. Le gritó y la trató duramente, sin suministrarle anestesia”, contó Camila al equipo investigador.

Ante ellos también reflexionó que “El trato no debería ser así. Todos tienen que poder tomar sus decisiones”.