Si tenemos una perspectiva inexacta de Dios, podríamos llegar a pensar que no está interesado en nuestras necesidades ni preocupaciones. Por el contrario, el Señor nos invita a orar, porque se deleita en proveer para nosotros. Sin embargo, diferentes tipos de obstáculos pueden bloquear la efectividad de nuestras oraciones.

El desconocimiento de la voluntad de Dios para nuestra vida y las circunstancias que enfrentamos es uno de esos obstáculos. Sus respuestas afirmativas vienen cuando nuestras peticiones están de acuerdo con sus propósitos para nosotros (1 Jn 5.14, 15). Incluso si la Biblia no aborda en particular nuestra situación, siempre podemos pedir al Señor que nos llene con “el conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Col 1.9).



Los motivos egoístas también obstaculizan la oración (Stg 4.3). A veces estamos más preocupados por lograr que el Señor haga lo que queremos, que por someternos a su voluntad en la situación.

Las dudas en cuanto a Dios y su fidelidad también obstaculizan nuestras oraciones. Las expectativas bajas y la incertidumbre son como intrusos en nuestras conversaciones con Él porque ponen trabas a la fe. Las dudas pueden provenir de escuchar las voces equivocadas, apegarse a falsas creencias o enfocarse en la dificultad en vez del poder, la sabiduría y la fidelidad del Señor.



La oración efectiva comienza con la confianza en Dios y la conciencia de sus caminos. De otra manera, el escepticismo puede colarse en nuestro pensamiento si el Señor retrasa su respuesta o responde de una manera inesperada. Pero cuando nuestras oraciones están alineadas con su voluntad y motivadas por el deseo de glorificar a Dios, las dudas desaparecerán.