Las pruebas aparecerán en nuestra vida. Pero, por fortuna, podemos confiar en que nuestro Padre nos ayudará en tiempos de necesidad, como nos lo asegura el Salmo 121.

“Levantaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del SEÑOR, que hizo los cielos y la tierra” (Sal 121.1, 2)>. Cuando el salmista sentía miedo de los peligros y las dificultades que podían llegar, sabía adónde acudir en busca de ayuda. De manera similar, cuando enfrentemos incertidumbre, temores o pruebas, nuestro Señor soberano nos sostendrá (Sal 103.19), incluso cuando otros nos decepcionen o nuestras propias fuerzas fallen.



“No se adormecerá el que te guarda” (Sal 121.3). Con miles de millones de personas en el mundo, es difícil comprender cómo es posible que el Señor conozca cada detalle de nuestra vida, o por qué le importaría contar todos los cabellos de nuestra cabeza. Pero este pasaje confirma que Dios está alerta a cada aspecto de cada vida, y atento a cada una de nuestras necesidades.

“El Señor es tu guardador” (Sal 121.5). En hebreo, la palabra para “guardar” proviene de la misma raíz que “cuidar” y “proteger”. Usamos este término cuando los padres le piden a una persona de confianza que cuide a su hijo mientras están fuera temporalmente. Se espera que el cuidador del niño lo proteja y atienda sus necesidades. Dios promete guardar a sus hijos, lo que significa que nos defenderá, nos dará lo que necesitamos, nos hará crecer a su semejanza, y nos protegerá del mal.



Sin estas promesas, el mundo podría parecer peligroso y desolado. Pero podemos enfrentarnos a tiempos difíciles e incógnitas con confianza, sabiendo que el Señor nos guardará y nos ayudará.