Como vivimos en un mundo caído, las tormentas son parte de nuestra vida y nos atacan en tres diferentes aspectos: físico, emocional y espiritual.

Esto es algo que ha ocurrido desde que Adán y Eva pecaron en el huerto del Edén. Como sabemos que no podemos escapar del dolor y los problemas, nuestra única alternativa es saber ajustarnos a ellos. Si no aprendemos cómo debemos reaccionar y perseverar, seremos derrotados por las dificultades y nos perderemos las bendiciones que Dios desea darnos. Pero si aprendemos a reaccionar de la manera en la que el Señor desea, saldremos de las tormentas fortalecidos y victoriosos.



El apóstol Pablo le escribió a Timoteo debido a que este enfrentaba una tormenta. Como era un pastor joven, tuvo que lidiar con varios problemas en la iglesia de Éfeso y necesitaba apoyo y dirección. Pablo le aconsejó que debía “avivar el fuego del don de Dios” que había en él (2 Ti 1.6). Al estar ante la adversidad, Timoteo se había desanimado y su fervor espiritual había menguado.



Lo mismo nos sucede cuando nuestra vida cristiana comienza a enfriarse. Por lo general comenzamos a dudar de las verdades bíblicas que anteriormente defendíamos con audacia. Luego nos retiramos y nos negamos a reconocer que algo anda mal, pero en nuestra mente y en nuestro corazón sabemos que nos alejamos del Señor. O quizás ese enfriamiento ha venido como resultado de los problemas y las aflicciones que nos han debilitado y nos han robado la pasión que teníamos por Dios.

Algunas de las señales de que el fuego de nuestra vida espiritual ha menguado son la pérdida del gozo y la esperanza, el hecho de que ya no leemos tan seguido la Biblia y nuestra falta de entusiasmo por la oración. Además, puede que hayamos comenzado a escuchar y a depender de los consejos de personas que no conocen las enseñanzas de la Biblia.

Debido a que el apóstol Pablo estaba bastante familiarizado con la persecución, las dificultades y las aflicciones, comprendía lo que sentía Timoteo. De manera que, le ofreció este valioso consejo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (v. 7). También nosotros podemos sentir confianza en medio de las tormentas de la vida. Pero si dejamos que el temor nos domine, tendremos que prepararnos para sufrir las siguientes consecuencias:

Consecuencias del temor durante las tormentas

Reprime nuestra facultad de pensar y actuar con sabiduría. Eso hace que nos sometamos a las ideas que otros tienen acerca de lo que debemos hacer.

Hace que seamos indecisos. Al sentir temor por lo que pueda suceder, nos resultará difícil elegir la dirección que debamos seguir.

Disminuye nuestra capacidad de logros.

Debilita nuestra confianza. Al no saber cómo responder, no estaremos seguros de haber escuchado a Dios y nos sentiremos inseguros acerca de lo que sea bueno o malo.

Nos atormenta. Al vacilar emocionalmente, nos debilitaremos en vez de fortalecernos durante las tormentas. En medio de la desesperación buscaremos recibir consejos de otras personas. Sin embargo, nuestro primer impulso debe ser siempre buscar la dirección del Señor en cuanto a lo que nos ha sucedido. Esa es la razón por la que nuestro tiempo personal con Dios debe tener prioridad. De esa manera podremos ser más sensibles al propósito de nuestro Señor, y tomar la decisión correcta.

Nos hace sentir pánico como consecuencia del dolor y la decepción.

Nos esclaviza. Si tememos confiar en el Señor, dejaremos de orar y de leer la Biblia para buscar alguna solución alternativa.

Sin embargo, nada de lo que enfrentamos es demasiado difícil para Dios. En ocasiones permite esas situaciones en nuestra vida para ayudarnos a crecer y fortalecer nuestra confianza en Él. Jesucristo es nuestro Príncipe de paz, pero también es la razón por la que tenemos conflictos con aquellos que no creen en Él.

Recursos que Dios provee en las tormentas

Después de que el apóstol Pablo exhortara a Timoteo a no tener miedo, le habló acerca de tres recursos divino que lo capacitarían para cualquier situación: poder, amor y dominio propio (v. 7).

• Poder del Espíritu Santo. Todo creyente, al ser salvo, recibe en su ser la presencia del Espíritu Santo. Este ha venido a sellarnos como hijos de Dios y a capacitarnos para la vida cristiana. Así que, cuando enfrentamos problemas y sufrimientos, contamos con su divino poder para ayudarnos a perseverar, de tal manera que glorifiquemos a Dios.

También contamos con el poder de la Palabra de Dios. Nuestra primera reacción ante las pruebas debe ser acudir a la Biblia para determinar lo que el Señor ha dicho al respecto. Por ejemplo, en Deuteronomio 31.6 afirma que: “Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará”. En Isaías 41.10 declara: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Al poner nuestra mirada en el Señor y en sus promesas, es como si pusiéramos más leña en el fuego de nuestra vida espiritual, lo cual nos capacita para enfrentar cualquier desafío.

• Amor. Las tormentas pueden hacernos sentir decepcionados y que nadie nos ama. Sin embargo, al andar en el Espíritu de Dios contamos con su amor. Si otros nos fallan, debemos recordar que el amor del Señor hacia nosotros no tiene fin. Además, es un amor de dos vías. También nos capacita para que le amemos sin importar lo que ha permitido que llegue a nuestra vida.

• Dominio Propio. Aquellos que tienen dominio propio viven con una disciplina que les ayuda a mantenerse firmes ante las dificultades, los problemas y los conflictos. Viven comprometidos a Dios y no permiten que las tormentas o los vientos de falsa doctrina sacudan su vida. Estar aferrados al Señor es lo que nos capacita para lidiar con cualquier situación.

Aunque las tormentas se originan por diversas razones, solo existe una manera de reaccionar ante ellas. Cuando todo a nuestro alrededor se derrumbe, debemos arrodillarnos ante el Señor y reflexionar en su Palabra, confiados en que nos fortalecerá para mantenernos firmes en obediencia. Una vida disciplinada, la cual está apoyada con firmeza en las enseñanzas de la Palabra de Dios, está dispuesta a aceptar la obra que Dios desea hacer y es sostenida por el amor y el poder del Espíritu Santo. Es de esa manera que viene a ser inconmovible ante las tormentas de la vida.

REFLEXIÓN

¿A quién acude por ayuda cuando las tormentas llegan a su vida? ¿Son la oración y la Biblia sus primeras opciones, o busca ayuda en otras fuentes?

¿Qué papel juega el temor en la manera como reacciona en medio de los problemas? ¿Qué consecuencias ha sufrido por actuar con temor durante las tormentas de la vida?

Fuente Encontacto.org