Todos experimentamos lo que podríamos llamar tormentas de la vida, las cuales pueden ser interpersonales, económicas, emocionales, físicas y espirituales. A veces incluso son el resultado de nuestras propias decisiones imprudentes. El problema que nos llega puede ser la cosecha de lo que hemos sembrado en el pasado. Y ese fue, sin duda, el caso de Jonás.

Cuando Jonás trató de huir de la tarea que Dios le había encomendado, el Señor trajo una tormenta correctiva a su vida. Y debido a que el Padre nos ama, interrumpirá nuestros planes cuando insistamos en seguir nuestro propio camino en vez de someternos a su voluntad. Las tormentas de Dios…



CAPTAN NUESTRA ATENCIÓN. Las tormentas interrumpen nuestra rutina de tal manera que nos detenemos a considerar lo que Dios hace en nuestra vida.

NOS HACEN HUMILDES. El Señor desafía nuestro orgullo y nuestra confianza para que nos demos cuenta de que no tenemos el control, y de que no podemos hacer nada separados de Él.



NOS GUÍAN AL ARREPENTIMIENTO. A veces, las consecuencias de nuestro pecado y rebelión son tan dolorosas y molestas que recobramos la cordura y nos volvemos a Dios en humilde obediencia.

ALINEAN NUESTRA VIDA CON LOS PLANES DE DIOS. Las tormentas hacen que dejemos de lado nuestros tercos planes y nos sometamos a la voluntad de Dios.

Clamar al Señor es lo mejor que podemos hacer en medio de una tormenta. Como Jonás, debemos humillarnos, someternos a la manera como Dios actúa con nosotros, pasar de nuestra rebelión a la obediencia y rendirnos a su voluntad.

Fuente: Holadoctor.com