Cuando Josué se puso en las sandalias de Moisés, se enfrentó a un tremendo desafío: llevar a los israelitas a la tierra prometida. La responsabilidad era enorme, y podemos suponer por las repetidas exhortaciones del Señor de “ser fuerte y valiente”, que sea probable que Josué no se haya sentido a la altura de la tarea (Jos 1.6, 7, 9).

En un momento u otro, todos nos enfrentamos a obstáculos que parecen insuperables. La pregunta es ¿cómo reaccionar? Algunas personas tratan de abrirse paso o se valen de maniobras en las dificultades, mientras que otras se hunden en la desesperanza y se dan por vencidas. Pero el Señor quiere que confiemos en Él para eliminar cada impedimento.



Cualquier obstáculo que se interponga entre nosotros y el plan de Dios está sujeto al poder sobrenatural del Señor. La mayoría de nosotros estaríamos de acuerdo en que nada es demasiado difícil para Él, pero el temor y la preocupación revelan nuestras dudas. Al centrar nuestra atención en el problema, permitimos que crezca y bloquee nuestra visión del Dios omnipotente.



Por saber la dificultad de la tarea de Josué, el Señor le aseguró que tendría éxito en cumplir la misión. La responsabilidad de Dios era eliminar todos los obstáculos que se interponían entre los israelitas y la tierra que les había prometido. El trabajo de Josué era creerle al Señor y obedecer sus instrucciones.

Los obstáculos son una manera de hacer crecer nuestra fe. Cuando esté confundido y no pueda ver cómo Dios resolverá su situación, no se aleje derrotado perdiendo así la bendición. Él quiere enseñarle el camino de obediencia, confianza y valentía. Crea en el Señor; pues siempre cumple sus promesas.

Fuente Encontacto.org