La defensora del medio ambiente Katia Lopes confía en que la reciente muerte masiva de más de 100 delfines en una playa de Cabo Verde sea útil para la conservación y la comprensión de un fenómeno a menudo inexplicable.

Imágenes espectaculares filmadas por la oenegé BIOS.CV y difundidas en las redes sociales muestran decenas de delfines varados en la arena, o en unos pocos centímetros de agua, a lo largo de cientos de metros de una playa del archipiélago.



Decenas de personas los empujan o los arrastran por la cola para devolverlos a las olas del Atlántico, en vano.

El 24 de septiembre, 163 delfines, adultos con sus crías o jóvenes, encallaron en la orilla oriental de Boa Vista, una de las islas que forma el estado insular frente a la costa de África occidental, explica Katia Lopes, coordinadora de BIOS.CV.



Al final del día, a pesar de la movilización de defensores del medio ambiente, bomberos, isleños e incluso turistas extranjeros, se contabilizaron 136 cadáveres, lo que indica que algunos lograron regresar al mar o bien murieron en otro lugar.

Cabo Verde, al igual que otras regiones del mundo, está acostumbrado a queden varados mamíferos marinos, por causas que pueden ser múltiples, explicadas o no, de origen humano o no.

«Es raro pero ya ha sucedido en el pasado. En 2007 tuvimos más de 200 delfines encallados de esta misma especie» (Electre), añade Katia Lopes. En cuanto a las razones de este gran naufragio, «puede deberse a varias cosas», dice. «Mucha gente especula sobre actividades de sonar» o posibles ejercicios militares en alta mar, comenta.

Lopes subraya que son solamente conjeturas ya que el jefe del grupo puede también haber estado enfermo y haber arrastrado a los demás a su pérdida.

Contrariamente a la costumbre, en los últimos días, la oenegé ha recibido llamadas de decenas de periodistas de todo el mundo que han visto las imágenes de la hecatombe.