Los cristianos, por lo general, asocian la fe con su experiencia de salvación. Al creer en Cristo, comenzamos a relacionarnos con Él. Pero ese no es el final, porque después de esa decisión inicial viene toda una vida de andar con Él.

Ya que la palabra andar se usa para describir el comportamiento y la conducta, podemos concluir, por error, que después de la salvación, la vida cristiana consiste en buenas obras. Pero los versículos de hoy dicen con claridad que andemos con Cristo de la misma manera que lo recibimos —por fe. Esto significa que ponemos nuestra confianza en Él en cada circunstancia de la vida. Para ayudarnos a entender esto, el apóstol Pablo usa algunas frases en el versículo 7 que describen cómo crece la confianza en Dios:



“ARRAIGADOS EN ÉL”—En el momento de la salvación, los creyentes son plantados en Cristo. Al anclarnos en el Señor, nuestras raíces se hacen profundas, obteniendo alimento espiritual de Él.

“SOBREEDIFICADOS EN ÉL”—A través de la obediencia, la vida del creyente se construye sobre el fundamento del Salvador. Dios quiere que escojamos materiales de construcción que perdurarán en la eternidad (1 Co 3.10-15).



“CONFIRMADOS EN LA FE”—Al aprender más acerca del Señor y cómo actúa, nuestra confianza aumenta. Entonces experimentamos estabilidad, incluso en los vientos de la adversidad.

En la sociedad actual, orientada hacia el logro de metas, es fácil olvidar que andar en Cristo es un proceso en el cual somos transformados poco a poco. Al confiar en el Señor, nuestros corazones se desbordarán de gratitud por todas sus bendiciones y la estabilidad que nos ofrece en cada circunstancia.