«Todo el país estaba pendiente de las telenovelas», recuerda la veterana actriz Carmen Julia Álvarez.

Después de más de 60 años en la interpretación, ella es una de las que guarda memoria de la edad de oro de los culebrones, esas interminables series televisivas que se convirtieron en el entretenimiento nacional en Venezuela y en una fórmula exportada a decenas de países.



Pero, como muchas otras, esa es una de la industrias que quedó prácticamente desmantelada tras el triunfo de la llamada Revolución Bolivariana liderada por Hugo Chávez y continuada por su sucesor en la presidencia, Nicolás Maduro.

Sin embargo, algunos rescoldos persisten.



© Getty Images “Cristal”, protagonizada por Carlos Mata y Jeannette Rodríguez, batió récords de audiencia.

En la era de Netflix y del consumo masivo de ficción audiovisual bajo demanda por internet, los sobrevivientes en Venezuela de aquel negocio buscan contra viento y marea hacerse un hueco en ese reñido mercado global.

Los productores de telenovelas hoy
José Simón Escalona, vicepresidente de producción de Radio Caracas Televisión (RCTV), le dijo a BBC Mundo: «Ahora hacemos series más cortas, que es lo que nos piden nuestros clientes».

Escalona es uno de los que resistió en RCTV después de que Chávez no le renovara la concesión al canal en 2006.

© Getty Images “Por estas calles”, protagonizada por Marialejandra Martín, (centro) trataba el problema de la delincuencia y la marginalidad.

Después de aquello, RCTV intentó mantenerse a flote como productor de contenidos, pero muy lejos de lo que había sido su volumen de negocio.

«A partir de 2014 empezamos a producir novelas más cortas, con 60 capítulos que podían dividirse en 5 temporadas de 12 capítulos», explica Escalona.

Lejos quedan los más de 200 capítulos de «Cristal», «La dama de rosa» y otros éxitos que batieron récords de audiencia dentro y fuera de Venezuela en las décadas de 1980 y 1990.

Ahora la apuesta es por series más cortas con temas y personajes acordes a los nuevos tiempos.

En una de sus producciones más recientes, «#Eneamiga», Escalona cuenta que se buscó «una trama muy contemporánea que discurre en el mundo de las redes sociales».

La última serie, que ahora RCTV intenta comercializar, se titula «Almas en pena» y narra un encuentro de jóvenes influencers (creadores de opinión a través de la red), en el que varios de ellos mueren misteriosamente. Una apuesta por el suspense y por los «nuevos talentos», según Escalona.

Pero, pese a intentos como estos, «en Venezuela ya no hay una industria y es muy difícil que, en el contexto actual, vuelva a surgir«, señala Alberto Barrera Tyszka, uno de los muchos autores venezolanos que se dieron a conocer escribiendo telenovelas y finalmente dejaron su país.

Por qué es tan difícil hacer series en Venezuela

© Cortesía de RCTV En “Almas en pena”, una de las más recientes producciones, se busca una trama más actual reuniendo a un grupo de jóvenes “influencers” como protagonistas de la historia.

El contexto al que se refiere Barrera está plagado de dificultades para los actores, directores y todo el equipo técnico implicado en la filmación de una serie.

Los cortes de luz, los cierres de vías y los fallos en las comunicaciones son solo algunos de los problemas frecuentes en Venezuela.

Así, según cuenta, Johnny Pulido, otro veterano productor que también vivió los mejores tiempos de RCTV«aquí es imposible planificar un rodaje».

Escalona dice que el problema de la inseguridad les obliga a filmar siempre en fincas privadas con vigilancia y lamenta que resulta «casi imposible» obtener permiso de las autoridades para grabar en la vía pública.

Según Pulido, lo peor, sin embargo, es la asfixia provocada por una crisis económica que ha empujado fuera de Venezuela a más de 4 millones de personas y también a muchas empresas.

«El mercado publicitario es ahora muy pequeño y las cadenas no pueden permitirse la gran inversión que requiere hacer producciones propias«, señala.

© Getty Images La producción de series televisivas actual es mucho menor a la de la época dorada de las telenovelas.

Colombia y México se disputan ahora el liderazgo que dejó vacante Venezuela, cuyas producciones se realizan con unos presupuestos tan ajustados que difícilmente les permite competir en calidad.

Paradójicamente, cuenta Escalona, los viejos culebrones son todavía apreciados en África, donde pervive «una audiencia más tradicional» que se ha convertido en el principal mercado para RCTV.

Pero eso no es suficiente para reverdecer los laureles de antaño y en el enorme edificio que la cadena ocupa todavía hoy en la zona de Quinta Crespo, en Caracas, ya solo quedan 130 de los 3.000 empleados que llegó a tener.

«Ahora hacemos una telenovela y una serie por año, cuando en los buenos tiempos hacíamos noticieros, programas de humor, de deportes, para la radio, de todo», comenta con melancolía Escalona en unos pasillos hoy vacíos.

El contraste entre los buenos tiempos y los actuales se nota también en el caché de los interpretes.

«Había actores que ganaban US$25.000 por el mes de trabajo y las grandes estrellas llegaban a superar esa cantidad», recuerda Escalona.

Ahora, los más jóvenes no superan los US$500 al mes, mientras que con los más cotizados se suele acordar un pago que ronda los US$200 por cada día de rodaje. Todo, muy lejos de las cifras de antes.

Cómo llegó la decadencia

Fue el 28 de diciembre de 2006 cuando Chávez anunció en un acto rodeado por militares que no se renovaría la concesión para que RCTV siguiera emitiendo en abierto.

La cadena había sido crítica con el entonces presidente en sus programas informativos y Chávez la acusó de estar «al servicio del golpismo».

Quienes formaban parte de aquel mundo creen que con la medida, que motivó multitudinarias protestas, el comandante Chávez hirió de muerte a las telenovelas.

Carmen Julia Álvarez dice que después de aquello, «todo el mundo empezó a autocensurarse» por miedo a ser castigado.

Barrera Tyszka, indica que «el chavismo siempre despreció a las telenovelas y uno de sus compañeros en el golpe de 1992 contó que el propio Chávez le tenía prohibido a su primera esposa verlas. Maduro también ha despotricado públicamente contra ellas».

Pero, ¿por qué esa aversión?

Para Barrera Tyszka, autor también de varias obras sobre la figura de Chávez, «tiene que ver con la voluntad del chavismo de desaparecer la empresa privada, controlar los medios e imponer una nueva hegemonía comunicacional».

© Getty Images El cierre de Radio Caracas TV supuso, según quienes trabajaban en él, una herida de muerte para el sector y motivó protestas de empleados y espectadores.

Por el canal de los operadores por cable por el que antes emitía RCTV ahora lo hace Televisora Venezolana Social (TVES), propiedad del gobierno, que también ha intentado difundir su mensaje a través de las telenovelas.

En seriales como «Guerreras y centauros» o «Caramelo e´chocolate», se ensalzaban las ideas defendidas por el chavismo, como las críticas al clasismo de la sociedad venezolana, aunque ninguna tuvo demasiado éxito.

Antes de la llegada de Chávez al poder, las telenovelas solían idealizar el lujo, el consumo y algunos de los frívolos clichés propios de la época de la Venezuela de las misses.

Aunque para Escalona, «eran productos con un gran compromiso social», ya que «estaban hechas para acompañar a esa gente, sobre todo mujeres, que no tenían el nivel educativo o cultural más alto».

© Getty Images Hay autores que creen que había motivos ideológicos detrás de la aversión de Chávez a las telenovelas.

Pulido recuerda, además, que no eludían las cuestiones de interés social.

«‘La dama de rosa’ sirvió para darle visibilidad al problema del cáncer de mama, mientras que ‘Por estas calles’, uno de los mayores éxitos de la década de 1990, trataba el tema de la delincuencia y la marginalidad en los barrios venezolanos», afirma.

«Uno de sus personajes, llamado don Lengua, le hablaba a la gente de los temas de actualidad. Era casi un editorial diario contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez y se dice que la serie influyó en que acabara cayendo».

La protagonista de aquella serie, Marialejandra Martín, llegó a convertirse en una de las caras más conocidas para el público venezolano.

Encarnó uno de los arquetipos más habituales en las telenovelas clásicas, la mujer joven y de extracción humilde a la que le cambia la vida al enamorarse de un hombre rico. Era la «fantasía aspiracional», como lo llama ella, que abrigaban muchas muchachas venezolanas de entonces.

Martín, que en la actualidad intenta abrirse un camino como directora, defiende el producto televisivo que la lanzó a la fama.

«Hoy veo los capítulos y me río de los errores de secuencia que tenían, pero servían para entretener a gente que tenía una vida dura y eso tiene un valor».

Y, aunque las telenovelas fueran por encima de todo un entretenimiento masivo, algunas de ellas nacieron de la pluma de autores que después obtuvieron reconocimiento internacional en el mundo periodístico o literario, como César Miguel Rondón o Boris Izaguirre.

Barrera fue otro de los que ganó importantes premios literarios.

Admite que «las telenovelas reforzaban constantemente las fórmulas de comportamiento que se reproducían desde el poder, como la sumisión femenina, la moral religiosa y el racismo, pero eran un producto en movimiento, como toda ficción, no controlable, y podrían haber evolucionado».

De las pocas telenovelas que se producen ahora, nadie se atreve a pronosticar cuánto durarán.
BBC