A veces, las personas rechazan la oferta de salvación de Cristo, porque sienten que han cometido pecados imperdonables. Tal vez así se sentía John Newton, un antiguo comerciante de esclavos, antes de experimentar la misericordia de Dios y escribir la frase de su famoso himno: “Sublime gracia del Señor que a un infeliz salvó”.

El apóstol Pablo tenía sentimientos semejantes. Se veía a sí mismo como el primero de los pecadores. Pero eso no le impidió creer en Jesucristo como su Señor y Salvador. De hecho, al mirar en retrospectiva la maravillosa demostración de la gracia divina en su vida, Pablo reconoció que estaba siendo utilizado como un ejemplo de cuán lejos puede llegar la gracia de Dios.



Cristo vino a salvar a los pecadores. Entonces, si usted es pecador, la gracia del Señor está disponible para salvarlo. En otras palabras, si los pecados de Pablo y de John Newton fueron perdonables, también lo son los suyos. En realidad, quienes se consideran pecadores, están en una mejor situación que muchos que se consideran buenos y piensan que no necesitan un Salvador. La gracia de Dios es para quienes reconocen su pecado y su necesidad de salvación.

No importa cuán grandes sean sus pecados, la gracia de Dios es mayor. La verdad es que todos los seres humanos somos pecadores porque nadie puede ser tan bueno como para ganarse la aceptación del Dios santo. Usted puede, o bien ser condenado por sus pecados, o bien volverse a Cristo, cuya sangre pagó por el perdón de los pecados que usted cometió. Si acepta su salvación, Dios puede incluso usar su pasado como un testimonio para que otros pecadores puedan ser salvos.



Fuente Encontacto.org