Antes de lanzarte a la carretera, es imprescindible que evites cualquiera de estas prácticas que te explicamos a continuación.
Circular a altas velocidades
La lluvia modifica las condiciones de la calzada, reduce la visibilidad y disminuye nuestro control sobre el vehículo. Una situación de inestabilidad que puede llevarnos a colisionar fácilmente. Al circular tenemos que agudizar todos nuestros sentidos, y si las condiciones meteorológicas se interponen, la primera recomendación es disminuir la velocidad, adaptándola siempre a la situación y al estado del asfalto. Esto te permitirá tener más control sobre el coche y tus acciones.
No dejar la distancia de seguridad
En cualquier situación, es imprescindible dejar espacio entre tu vehículo y el que te precede, para evitar colisiones son necesarios, al menos, dos segundos de diferencia entre vehículos, que pueden calcularse pronunciando ‘1101, 1102…’ respecto a un punto fijo en la vía. Pero atención, esta distancia puede ser insuficiente ante frenadas muy fuertes, con mal tiempo o asfalto mojado y, en esas circunstancias, habrá de ampliarse a tres o más segundos. Mantener la distancia de seguridad en caso de precipitaciones, te ayudará a evitar el “efecto spray”, el agua pulverizada que sale disparada de las ruedas del vehículo de delante, y que puede reducir nuestra visión. Con esta práctica no solo evitaremos una colisión, sino que una conducción uniforme detrás de otro vehículo nos hace evitar los frenazos y acelerones, dos maniobras que nos obligan a gastar más combustible del que nos gustaría.
Frenar de golpe
La anticipación es básica al volante, especialmente cuando el tiempo no acompaña. La lluvia hace que el asfalto sea extremadamente deslizante, algo que resulta peligroso cuando queremos frenar. Por eso, es importante que al acercarnos a una curva, o cuando veamos que los de delante van reduciendo la marcha, toquemos el pedal de freno con suavidad ya que con el suelo mojado la distancia de frenado aumenta. De la misma forma, cualquier cambio de dirección o maniobra deberá ser progresivo y lo más suave posible para evitar reacciones inesperadas.
No señalizar a tiempo
El 90 % de la información que nos llega cuando conducimos lo hace a través de los ojos. En situaciones de lluvia, la visibilidad se reduce por lo que deberemos procurar que nuestras maniobras queden debidamente señalizadas para el resto de usuarios de la vía. En este sentido, los intermitentes son esenciales para dejar constancia de tus intenciones.
Olvidarte de las luces
Si es importante que los demás sean conscientes de tus acciones, tu propia visibilidad aún lo es más. Para ello, en caso de precipitaciones, debes activar las luces de cruce y mantener los limpiaparabrisas en buenas condiciones para que en caso de tormenta no te fallen. De la misma forma, si mientras conduces los cristales se empiezan a empañar enciende el aire acondicionado y tu visión volverá a ser completa.
Pisar la pintura de la carretera
Con la lluvia la pintura blanca que delimita la carretera y divide los carriles puede llegar a ser resbaladiza, por lo que debes intentar no pisarla con el vehículo, especialmente cuando tengas la dirección girada, o cuando quieras acelerar. Lo mismo ocurre con los pasos de peatones.
Desesperarse
Ante todo debes mantener la calma porque este tipo de situaciones tienden a aumentar la tensión, lo que hará que te canses más y que tus acciones sean inconscientes. Intenta hacer más paradas para descansar y relajarte para que tu viaje sea más seguro.
Frenar en caso de “aquaplanning”
La lluvia puede crear una película de agua acumulada en el asfalto que haga que los neumáticos no se adhieran y resbalen. Lo primero que tienes que saber es que a mayor velocidad, más alto será el riesgo de sufrir este efecto. Si te ocurre lo primero que notarás será que la dirección empieza a flotar y en ningún caso deberás frenar de golpe, ni varias la dirección del volante, sino que tendrá que levantar el pie del acelerador y sujetar con firmeza el volante