Todos sabemos que el andar cristiano comienza con fe en el Señor Jesucristo para la salvación de nuestra alma. Pero la fe no es un acto de una sola vez; es un camino para toda la vida. Y Hebreos 11.6 nos dice por qué ese viaje es tan importante: “Sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan”.

La fe de los nuevos creyentes es inmadura y a menudo inconstante, porque todavía no hay una comprensión profunda del Padre celestial. Por lo tanto, cuando llegan las pruebas, la tendencia es mirar el problema antes que a Dios. Pero a medida que pasamos más tiempo estudiando la Palabra y creciendo en nuestro conocimiento de Él, nuestra confianza en el Señor comienza a aumentar. Cuanto más aprendemos lo que le agrada, más atinadas se vuelven nuestras oraciones.



Otra manera en que la fe madura es por medio de las pruebas. En el pasaje de hoy, los discípulos se alarmaron en una tormenta y le pidieron ayuda al Señor. Podemos comprender este escenario: en un momento u otro, todos nos hemos encontrado en una situación desesperante sin manera de salir de ella. Y las mismas palabras que el Señor le dijo a sus discípulos también podrían ser para nosotros: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” (Mt 8.26).

A todos nos gustaría tener una vida sin problemas, lo cual es imposible. El lado positivo es que los problemas pueden fortalecer nuestra fe en el Señor. Leer acerca de la fidelidad de Dios en la Biblia es importante, pero también necesitamos experimentarla de manera personal. Cada vez que confiamos en el Señor durante una prueba, sabemos que nuestra fe es genuina.



Fuente Encontacto.org