Debido a que los pensamientos de Dios son mucho más altos que los nuestros, no siempre vemos su bondad en las situaciones dolorosas. Preguntamos: Si Dios es bueno, ¿por qué nos suceden cosas malas? O, ¿por qué existe el infierno? Olvidamos que su perspectiva es superior a la nuestra (Job 42.1-5). Entonces lo acusamos de ser injusto, le pedimos que se someta a nuestras reglas, y menospreciamos su bondad.

El sufrimiento comenzó cuando Adán y Eva dudaron de la bondad de Dios. La serpiente los convenció de que Dios estaba tratando de privarlos de tener conocimiento. ¿Con qué frecuencia tenemos este mismo sentimiento? Sin embargo, detrás de cada una de las restricciones, exhortaciones o mandamientos del Señor está su bondad. Quiere protegernos de las atormentadoras consecuencias del pecado.



Dios nos creó con libre albedrío para que pudiéramos elegir amarlo, lo cual significa que su voluntad permisiva puede admitir que sucedan cosas malas. Las consecuencias del pecado duelen, pero para quienes aman al Señor, Él puede sacar algo bueno de las peores circunstancias (Ro 8.28).

Si usted no puede descubrir la mano de Dios o discernir lo que está haciendo en las situaciones difíciles, recuerde que Él se preocupa por usted, y que es bueno. Aunque no entendamos sus caminos, podemos confiar en ellos.