Hace un mes, Boris Johnson abordaba la crisis del coronavirus con relajo y pretendía seguir «estrechando la mano a todo el mundo». El Reino Unido es ahora uno de los países más golpeados de Europa por la pandemia y tras una semana hospitalizado, ha agradecido al personal sanitario que le «ha salvado la vida».

«Inmunidad colectiva» –

El 3 de marzo, en una conferencia de prensa, el primer ministro conservador de 55 años fanfarroneaba con que había «estrechado la mano a todo el mundo» al visitar un hospital donde había enfermos de COVID-19. E iba a seguir haciéndolo.



Dos días más tarde, el Reino Unido anunció el primer muerto por el coronavirus.

El 12 de marzo, Boris Johnson calificó la pandemia de la «peor crisis sanitaria pública en una generación» y advirtió que muchos británicos perderían a seres queridos.



Pero la forma de afrontar la crisis por su gobierno difería de las medidas radicales adoptadas por otros países de Europa, donde se decretaron confinamientos y el cierre de colegios.

Ante la prensa, Boris Johnson repitió su recomendación de lavarse bien las manos «el tiempo que se tarda en cantar ‘cumpleaños feliz’ dos veces».

A las personas de más de 70 años, consideradas como las más vulnerables ante el coronavirus, las aconsejaba que no se fueran de crucero.

Su estrategia de favorecer la «inmunidad colectiva» en vez de confinar a los británicos causa polémica.

– Cambio y confinamiento –

Ante la lluvia de críticas, y sobre todo después de un estudio científico alarmista que anunciaba miles de muertes si no se tomaban medidas de distanciamiento social, el gobierno cambió de estrategia.

El 16 de marzo, pidió a la población que evitara los contactos y los desplazamientos «no esenciales» y favoreciera el teletrabajo. El 20 de marzo decretó el cierre de escuelas, pubs, restaurantes, cines y gimnasios.

Y una semana después, el 23 de marzo, Boris Johnson anunció el confinamiento de tres semanas.

– Johnson gobierna desde la cuarentena –

Cuatro días más tarde, anunció, para sorpresa general, que había contraído la COVID-19, aunque, aseguró, los síntomas eran «leves» y siguió gobernando desde su apartamento en Downing Street.

No obstante, el mandatario parecía cansado en los mensajes de vídeo que colgaba en Twitter en los que exhortaba a los británicos a quedarse en casa.

El 31 de marzo, tuitea una foto del primer consejo de ministros telemático. Dos días después, aparece en el umbral de la puerta de su residencia para aplaudir al personal sanitario.

– Agravación y hospitalización –

Al cabo de los siete días recomendados por las autoridades británicas, tiene que prolongar su cuarentena porque la fiebre no remite.

El 4 de abril, su novia treintañera Carrie Symonds, embarazada, dice que se está curando tras haber tenido síntomas del coronavirus.

Sin embargo, después de una alocución televisada excepcional de la reina en la que insta a los británicos a la resiliencia, cae la noticia: el primer ministro es hospitalizado «como medida de precaución», debido a la persistencia de los síntomas, en particular de la fiebre.

Veinticuatro horas más tarde fue trasladado a cuidados intensivos del hospital de St Thomas, donde recibió oxígeno pero no necesitó un respirador.

Después de salir de cuidados intensivos el jueves permaneció hospitalizado hasta este domingo, leyendo a Tintin, haciendo sudokus y viendo películas, según la prensa.

A partir de ahora pasará su convalecencia en la residencia oficial de Chequers, en el noroeste de Londres. Pero antes ha querido agradecer a los sanitarios que le han «salvado la vida» y en particular a las enfermeras presentes a la cabecera de su cama durante 48 horas en las que «todo se hubiera podido decantar» de un lado u otro.