Cada etapa de nuestra vida es interesante, pero con la niñez ninguna otra puede compararse, porque es la etapa de la inocencia, de las ilusiones, de creer en los demás y de tener nuestro corazón limpio de maldad. En esa temporada no existen malos pensamientos, envidias, celos, resentimientos, amargura, odio, preocupación; tan solo hay gozo, aprovechando cada segundo para hacerlo inolvidable en nuestra vida.

Siempre recordamos y queremos vivir de nuevo esos momentos, aun con los años que tenemos; porque una sola palabra, una sonrisa, una promesa, un regalo, marcaron nuestra vida para siempre.



Por eso, Dios desea que seamos como niños para recibir Su Reino. Él busca que no cuestionemos, no razonemos ni dudemos, sino que disfrutemos de todo lo que nos da. Creamos en Sus promesas y esperemos el cumplimiento de ellas, porque solamente de esta manera entramos al Reino.

Por la pastora Monserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios