Para Estados Unidos, 2020 fue un año de fracturas y divisiones, marcado por una campaña electoral muy agresiva, por la actitud de Donald Trump y también por Joe Biden, cuya victoria supone un profundo cambio de estilo en la Casa Blanca.

«Ganar, ganar, ganar». Durante meses el presidente republicano repitió esa consigna en un país debilitado por la pandemia de covid-19. Y tras los comicios de noviembre, Trump no quiso reconocer la derrota y se aferró a sus acusaciones de fraude electoral.



La tensión vivida en los últimos meses hace que la llegada del demócrata Biden a la presidencia sea, ante todo, una promesa de calma. 

Una promesa resumida por una viñeta de Robert Leighton publicada en la revista New Yorker. Un padre lee un cuento a su hija antes de dormir y termina con la frase: «Y a partir de ese día, no todo tenía que ver con Donald J. Trump».



En el fondo y en la forma, en sus nominaciones y en sus declaraciones, Biden, que se convertirá el 20 de enero en el 46º presidente de Estados Unidos, ha intentado mostrar desde su victoria el contraste con Trump.

Estados Unidos vivió 12 meses al ritmo de las elecciones del 3 de noviembre, pero será probablemente el epílogo de la batalla electoral el que permanecerá en la historia, con un presidente saliente que se niega a reconocer la derrota.

En tuits escritos con mayúsculas y puntos de exclamación, pero sin pruebas creíbles, el presidente republicano no ha dejado de denunciar «la elección más corrupta de la historia».

El multimillonario ha desdeñado todas las reglas no escritas que contribuyen al buen funcionamiento de la política estadounidense: una felicitación al vencedor, un traspaso de poderes ordenado, y unas declaraciones conciliadoras.

Pero los escenarios más apocalípticos no se han cumplido. Frente a los ataques de Trump, a la avalancha de recursos judiciales presentados contra los resultados electorales y la difusión de teorías conspirativas, las instituciones han mostrado su fortaleza.

«Ahora sabemos que nada, ni siquiera una pandemia o un abuso de poder, puede apagar la llama» de la democracia, declaró Biden.

 

– «Virus chino» –

 

Queda una pregunta sin respuesta: ¿habría ganado Trump en 2020 si la pandemia no hubiera golpeado a la primera economía mundial?

El presidente está convencido de que sí. Según él, si no podrá seguir «otros cuatro años increíbles en la Casa Blanca», es por culpa del «virus chino», como denomina al coronavirus surgido en el país asiático.

A bordo del Air Force One, en el primer día de su visita a India en febrero, había mostrado todo su optimismo ante las elecciones.

La economía iba viento en popa, había dejado atrás el proceso de destitución en su contra, y el bando demócrata dudaba entre Bernie Sanders y Joe Biden.

Semanas después, el inicio de la pandemia cambió la situación. La crisis sanitaria dejó más de 1,6 millones de muertos en todo el mundo y golpeó con dureza las economías.

Todos los dirigentes del planeta tropezaron en su gestión, pero el hecho de que Trump se negara a reconocer la gravedad de la epidemia lo puso en una situación aparte.

El lunes 14 de diciembre fue una fecha singular para la primera potencia mundial, marcada por dos acontecimientos: el principio de una campaña de vacunación masiva y el anuncio de una cifra terrible, y más de 300.000 muertos por covid-19 en Estados Unidos.

Trump celebró lo primero en un tuit, pero jamás mencionó lo segundo.

 

– «Menos agotador» –

 

A Trump le gustaba recordar siempre su victoria en 2016 a la prensa y a sus rivales. «Estamos en el Despacho Oval. ¿Y saben qué? ¡Yo estoy aquí y no ustedes!».

A partir del 20 de enero, ya no podrá pronunciar esa frase. La sociedad estadounidense, que seguirá sin duda muy dividida a pesar de los llamados a la reconciliación de su próximo presidente, se prepara sin embargo a vivir con otro ritmo.

«Con Joe (Biden) y (la vicepresidenta) Kamala (Harris), no tendrán que preocuparse por las locuras que podrían decir cada día», dijo el expresidente Barack Obama. «Será sencillamente menos agotador».

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