Una de las costumbres más arraigadas entre los niños, especialmente entre los más pequeños, es la de meterse el dedo en la nariz, hurgar en ella y a continuación comerse los mocos que extraen.

Lo hacen de forma instintiva y natural, ajenos al sentimiento de repulsa que este hábito suele provocar en los adultos.



Si tu pequeño tiene esta manía es probable que te preocupe e intentes enseñarle a no hacerlo, no solo por las connotaciones negativas que esta acción tiene a nivel social, sino también por su salud. Te damos algunos consejos que podrían ayudarle a dejar este hábito.

¿Por qué los niños se meten el dedo en la nariz y luego se comen los mocos?



Empiezan descubriéndose las manos y los pies, y luego el resto de su cuerpo hasta toparse con su nariz. Esa pequeña protuberancia que sobresale de su cara y que además tiene dos agujeritos resulta muy intrigante y accesible, así que es normal que sientan curiosidad por explorarla.

Primero se meterán el dedito y hurgarán, pero pronto descubrirán que dentro hay moquetes que pueden extraer hacia fuera, manipularlos e incluso comérselos, aunque a la mayoría de los adultos nos parezca un acto repugnante.

Para muchos expertos, esta conducta es heredada de nuestros antepasados primates, de ahí que para el niño pequeño sea algo instintivo y natural

A medida que el niño vaya creciendo se irá dando cuenta de que se trata de un hábito con connotaciones sociales negativas asociado a una mala educación y falta de higiene, y que además suele despertar un sentimiento de asco entre quienes le rodean. Así que poco a poco irá aprendiendo a no hacerlo (aunque sabemos que hay casos en los que el hábito continua incluso en la etapa adulta).

¿Es malo para la salud comerse los mocos?

Puesto que las secreciones nasales atrapan los virus y bacterias que intentan penetrar desde el exterior a través de las fosas nasales, es fácil pensar que si el niño se las come podría enfermar. Sin embargo, hay hipótesis que sostienen que comerse los mocos puede incluso resultar beneficioso para el sistema inmunológico.

Pero lo que sí puede suceder al meterse el dedo en la nariz es que se produzcan hemorragias o lesiones que duelan e incluso lleguen a infectarse. Además, no debemos olvidar que nuestras manos entran en contacto diario con cientos de superficies, por lo que si no las lavamos con frecuencia es fácil introducir enfermedades en nuestro organismo a través de las fosas nasales.

Consejos para que el niño abandone este mal hábito

Si no es habitual que el niño se meta el dedo en la nariz ni se coma los mocos, lo más recomendable es ignorar su comportamiento, pues probablemente se trate de algo completamente pasajero que desaparezca por sí solo en poco tiempo.

Pero si lo de hurgarse en la nariz comienza a ser algo habitual, te dejamos algunos consejos que podrían ayudarle a abandonar este hábito:

Ten paciencia. Como decíamos, este hábito es natural entre los niños pequeños y, además, resulta muy fácil que se copien unos a otros, por lo que le llevará tiempo aprender que no debe hacerlo.

No le regañes por ello ni le castigues, y tampoco le llames la atención delante de la gente.

Para alertarle de este hábito cuando haya más gente presente, podéis acordar una palabra clave que solo entendáis vosotros. De este modo, podrás avisarle de que deje de hacerlo sin que se sienta agobiado o avergonzado por el entorno.

Ni qué decir tiene que debemos desterrar de nuestro vocabulario las etiquetas hacia el niño (cochino, maleducado, guarro…) y las expresiones irónicas («vas a sacar petróleo», «como sigas así te va acabar entrando la mano entera por el agujero de la nariz»…), pues pueden dañar profundamente su autoestima.

¿Cuántas veces ordenamos a nuestro hijo que no se toque la nariz, sin aportarle motivos para no hacerlo? Explicar con calma al niño por qué no debe meterse el dedo en la nariz le hará ser consciente de los problemas que puede acarrear este hábito y, por tanto, contribuir a evitarlo.

Si has observado que tu hijo se mete el dedo en la nariz por simple aburrimiento (algunos niños lo hacen mientras ven la tele, por ejemplo), desvía su atención pidiéndole que se meta las manos en los bolsillos o dándole un objeto para que lo sostenga entre sus manos. Es decir, ofrécele alternativas para que tenga las manos ocupadas y evite llevárselas a la nariz.

Mantén su nariz siempre limpia, animándole a sonarse los mocos con frecuencia (especialmente si está congestionado) y e incluso aplicándole unas gotas de suero fisiológico. Piensa que muchas veces los niños tienden a hurgarse en la nariz porque la sienten especialmente reseca o algún moquete les molesta.

Procura que tu hijo siempre lleve en su bolsillo un paquete de pañuelos desechables, y enséñale cómo usarlos para retirarse los mocos de la nariz de forma higiénica y discreta.

Mantener la habitación del niño con un nivel adecuado de humedad también ayudará a que su nariz no se reseque. Pregunta a tu pediatra sobre la conveniencia de usar un humidificador ambiental.

Si tu hijo ya es mayor y lo sigue haciendo, u observas que se trata de un hábito demasiado frecuente y continuado en el tiempo, quizá sea recomendable buscar ayuda profesional, pues en ocasiones se esconde detrás algún problema de ansiedad que requiera de una especial atención.

Con información de Bebés y Más