Poco más de 60 días después de su llegada al poder, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, participa este jueves en su primera rueda de prensa, en un momento de crecientes desafíos, desde la inmigración hasta el debate sobre la tenencia de armas.

El demócrata ha esperado mucho más tiempo que sus predecesores para someterse a un ejercicio que puede ser arriesgado.



La esperada cita en Washington está prevista para las 13H15 (17H15 GMT) en la prestigiosa Sala Este de la Casa Blanca, con un número limitado de periodistas debido a las restricciones por el covid-19.

Fue en esa sala, que acoge un imponente retrato de George Washington, donde Donald Trump participó, hace poco más de cuatro años, en un intercambio difícil con los periodistas, durante el cual acabó dejando estallar su frustración.



En los últimos días, varias crisis han frustrado los planes de la Casa Blanca de continuar con la gira «Help is here» (La ayuda está aquí), destinada a promover los méritos del gigantesco plan de ayuda económica de 1,9 billones de dólares aprobado por el Congreso y que goza de gran popularidad entre el pueblo estadounidense.

Dos tiroteos sucesivos, en salones de masaje de Atlanta (Georgia) y luego en un supermercado de Boulder (Colorado), han sacudido a Estados Unidos.

Aunque Joe Biden ha hecho un llamamiento al Congreso para que actúe, exigiendo en particular la prohibición de los fusiles de asalto, esta secuencia ha puesto de manifiesto el escaso margen de maniobra de los demócratas en el Capitolio, donde sólo cuentan con estrechas mayorías.

¿Cuánto capital político está dispuesto a gastar Biden en este tema en el que fracasó cuando era vicepresidente de Barack Obama tras el tiroteo de la escuela primaria Sandy Hook, que dejó 26 muertos, entre ellos 20 niños, en 2012?

 

– ¿Meteduras de pata? –

 

El discurso de Biden también se produce tras su decisión de encargar a la vicepresidenta, Kamala Harris, el delicado asunto de la afluencia de miles de migrantes -muchos de ellos menores-hasta la frontera entre Estados Unidos y México.

También en el frente diplomático se esperan con impaciencia las palabras del 46º presidente.

¿Ha decidido una fecha para la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán? ¿Cómo piensa relanzar las conversaciones con Irán, que parecen haber llegado a un punto muerto? ¿Hasta dónde piensa llegar en su pulso, que ha tomado un cariz muy personal, con el presidente ruso, Vladimir Putin? ¿Qué posición adoptará con respecto a Corea del Norte, que, según Tokio, acaba de lanzar dos misiles balísticos?

En muchas de estas cuestiones, sobre las que la Casa Blanca lleva semanas respondiendo incansablemente que están «en estudio», el presidente podría verse acorralado.

Biden, de 78 años, ha multiplicado, desde su llegada al cargo el 20 de enero, los breves intercambios con los periodistas en el Despacho Oval o durante sus viajes, pero se ha mantenido alejado de la rueda de prensa, un ejercicio más exigente porque permite hacer preguntas más duras y pedir explicaciones después de las respuestas.

Esta reticencia por parte de un hombre conocido por sus meteduras de pata, y cuyo estado de salud es objeto de preguntas recurrentes, ha alimentado las especulaciones y los ataques de algunos de sus adversarios que intentan retratar a un presidente sobreprotegido por sus equipos.