En el hospital de Freising, en Baviera, sureste de Alemania, sumergido por la tercera ola de coronavirus, un hombre de sesenta años intubado sólo puede comunicarse con un bolígrafo y una pizarra colocada sobre las rodillas.

Una enfermera intenta entenderlo. «Quieres hablar con tu esposa, ¿verdad?», le pregunta con una mano enguantada sobre el hombro.



En la puerta de la habitación hay un cartelito con un triángulo, un signo de exclamación y la palabra «variante», que advierte que el paciente sufre de la cepa británica.

Como en muchos países europeos aquí la tercera ola se diferencia de las dos anteriores: la mayoría de los pacientes son portadores de la variante británica del virus, más contagiosa, como indica la mención «UK-Mutante» en la puerta.



Y son mucho más jóvenes, «la mayoría tiene entre 40 y 60 años», afirma Thomas Marx, de 42 años, director médico de la unidad de cuidados intensivos.

«Con frecuencia hay que intubarlos y luchar mucho tiempo contra la enfermedad», explica, y añade que una cuarta parte de ellos se muere.

Durante la visita de la AFP a este servicio, un hombre de unos cuarenta años yace en una habitación. Con los ojos cansados y un tubo de oxígeno en la nariz, respira con dificultad. «Pudimos evitar intubarlo, hace unos días nos disponíamos a hacerlo», dice Thomas Marx.

 

– Una curación larga –

 

Evitar la intubación permite a los enfermos, ya muy debilitados por el virus, evitar someterse a tratamientos con graves consecuencias.

El médico explica al paciente que todavía tardará mucho en curarse.

El número de pacientes hospitalizados de entre 35 y 49 años «aumentó considerablemente», advirtió a finales de la semana pasada Lothar Wieler, director del instituto de vigilancia sanitaria Robert Koch (RKI).

«La situación es grave», insistió el martes la canciller Angela Merkel, justificando la decisión de su gobierno de arrogarse más poderes para combatir la ‘epidemia’.

«La tercera ola de covid-19 nos ha alcanzado claramente», constata Thomas Marx, en Freising. De las 14 camas del servicio, 5 están ocupadas por pacientes con covid-19.

Una vez fuera de las habitaciones, el doctor Marx se quita la visera protectora y la bata. Bajo la mascarilla FFP2 se adivina una sonrisa, pero también cansancio.

 

– Un mañana incierto –

Más de un año después del comienzo de la pandemia, «todavía luchamos todos los días por nuestros pacientes, así que cuando miro las noticias y veo que las medidas de protección no bastan… Es difícil de soportar», reconoce.

Alemania estuvo semanas debatiendo si reforzaba las medidas para combatir la pandemia.

Merkel logró el martes imponer su línea estricta frente a las regiones y establecerá próximamente un mecanismo nacional que armonice las restricciones en todo el territorio: los toques de queda nocturnos, la reducción de contactos y el cierre de comercios serán obligatorios cuando la tasa de incidencia, que mide las infecciones durante una semana, supere 100 durante tres días.

El martes esa tasa de incidencia se situó en 140,9 en el país. La ley aún tiene que ser votada en el parlamento, posiblemente la próxima semana, para que se aplique.

Alemania tiene actualmente 4.642 pacientes con covid-19 en cuidados intensivos y la cifra aumenta más rápido de lo previsto, se alarman los médicos.

En el hospital de Freising es posible que el efecto de las nuevas medidas tarde en notarse unas semanas.

El doctor Marx dice que está «preocupado» por los próximos días. «El tema no es solo saber si podemos tratar a los pacientes con covid-19», dice. «También hay que poder ocuparse de todos los demás pacientes y no bajar la calidad de los cuidados».