El Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo conforman el territorio urbano y el centro económico más importante de República Dominicana, lo que convierte esta demarcación en la de mayor desarrollo de edificaciones de concreto, acero y cristal, donde además hay amplias vías, máquinas y, sobre todo, hombres comunes.

Hay una ciudad vertical y una horizontal, dos líneas de metro, teleférico, autobuses y taxis. Centros comerciales, grandes torres de apartamentos, bancos, industrias, escuelas, universidades, hospitales, todo tipo de edificaciones interconectadas entre laberintos de calles, avenidas, túneles y elevados, que conducen a todas partes, entre seres humanos ordinarios.



No obstante, muchos habitan en zonas de Santo Domingo y el Distrito Nacional que parecen submundos de casuchas hechas en madera y cartón, techadas de zinc, tejidos y plásticos. Algunas a orillas de ríos y cañadas, otras en lugares igual de riesgosos como barrancos.

Quizás la condición en que viven no importa mucho, ya que al igual que los demás son hombres comunes, que padecen las necesidades, angustias, enfermedades y vanidades de todos los demás.



Aunque posiblemente, la pregunta que se hace el lector es “¿qué es un hombre común?”.

Quien escribe no es sociólogo, psicólogo, ni ningún estudioso de la conducta humana o del comportamiento social de los dominicanos. No.

El redactor es un simple fotoperiodista, que también debe estar en esa categoría de hombre común y que, por esa razón y después de hacer una serie de observaciones y entrevistas, puede definir a su manera a este tipo de individuos, sin la necesidad de hacer una clasificación, ni un estudio a profundidad sobre el tema.

Un hombre es un ser racional que habita en una comunidad, o no. Y por común se entiende las características normales, ordinarias, vulgares y frecuentes de las cosas. Un hombre común es aquel que vive y actúa de manera muy parecida a la de mayoría de sus iguales.

Nacer, sobrevivir y morir en esta ciudad esperando que las cosas cambien para bien son sus mayores aspiraciones. Trabaja a diario, se desayuna con empanada, jugo, fritura y come frutas. A la hora del almuerzo comerá el plato del día o la comida que lleven de su casa.

No importa si trabaja en el sector público o privado, al igual que casi todos, gana menos de lo que gasta es su día a día básico. No puede ahorrar ni hacer nada especial, debe vivir con arroz, habichuelas y carnes, y comprar ropas de pacas o replicas para vestirse (policías y militares de bajo rango, guardianes de seguridad, enfermeras, entre otros).

Aunque tiene aspiraciones sus sueños y metas son las mismas, día por día, y todos los años, quedan diluidas con el pasar de los meses y los problemas cotidianos que se suceden los unos a los otros de manera inexorable. Estos pertenecen al grupo de los asalariados.

Dentro de los hombres comunes también están los vendedores ambulantes, choferes de carros públicos o guaguas, motoconchistas, tricicleros, chiriperos, limpiadores de calzados, son hombres comunes que deben ganarse el sustento de él y su familia a diario sin tener nada seguro.

No cuentan con ayuda, pensión o seguro médico. Viven su día a día sin salario o ingresos fijos, y su comida depende mucho de factores como el clima y la suerte. Un día lluvioso para un hombre que trabaja bajo el sol representa una dificultad adicional.

Esto es así por que cuando llueve parte de los compradores o clientes habituales se alejan de las calles y los ingresos de esa jornada se verán afectados, algo que le obligara a compensar con el trabajo durante mayor tiempo el día siguiente.

Pero dentro de este marco de vida, dura y difícil, aún existen hombres que viven en condiciones extremas respecto al común. Los parqueadores, buzos, limpiavidrios, recogedores de basura, indigentes, entre otros, tienen una vida al límite, ya que unos sobreviven de lo que encuentran y, los otros de lo que piden o pueden conseguir.

Para estos sus necesidades son suplidas gracias a los espacios públicos que usan (elevados, esquinas de avenidas, y calles), también utilizan el medio ambiente, ya que la basura y vertederos improvisados son fuentes de conseguir algo de valor.

Ellos están más expuestos a enfermedades y su calidad de vida es menor que la de cualquier otro.

Un hombre común busca que su día inicie y termine sin contratiempo. Sabiendo que lo peor de un día que termina es que otro está por comenzar, y en este círculo vicioso pasará su vida en donde el pasado ya no importa, el presente es sobrevivir y el futuro está a penas a 24 horas.

Ama y se casa con una mujer común y tendrán niños con un futuro incierto mientras viven una vida normal, en un barrio cualquiera, en una casa que será propia o alquilada, que estará delante o atrás, arriba o abajo, y será de zinc o concreto, pero que al final lo que importa es tener donde vivir, amar y sufrir.

El hombre común tiene sus dioses y demonios. Sueña con ganar la lotería o encontrarse un saco lleno de dinero en la calle. Pero aun así no aspira a tener lujosas mansiones con piscinas, carros ostentosos, yates o closets llenos de ropas, calzados, relojes y joyas. Solo quieren tener una vida en donde su comida, techo y salud estén garantizados.

Son hombres que lloran, se embriagan, dicen la verdad, mienten, envidian, aman, se enamoran, luchan, ríen, sufren, comen, hacen sus necesidades, y también mueren.

Aunque en el fondo saben que estas cualidades, no son solo de los hombres comunes, ya que también son propias de los hombres de otras características en la que están los políticos, altos jefes militares, comerciantes, abogados, religiosos y corruptos, entre otros que alguna vez también pertenecieron a la categoría de hombres comunes.

UN APUNTE

Divagación
Sin importar su poder, riqueza, intelectualidad, inteligencia y humildad, todo hombre bajo la influencia del alcohol, lleno de odio, o locamente enamorado es un hombre común, ya que experimenta sus más bajas y básicas pasiones y debilidades.

Por: Jorge González

jgo.jorgegonzalez@gmail.com