Tras el asesinato de Jovenel Moïse hay alerta por una nueva ola migratoria: 1,5 millones de haitianos han emigrado en los últimos años. Estados Unidos y República Dominicana ya les cerraron las puertas.

Marie-Flore cuenta que miembros del Parti Haïtien Tèt Kale (PHTK), el partido del presidente asesinado, Jovenel Moïse, la amenazaron con matarla a ella y a su esposo por las ideas políticas de su familia; no tuvo de otra que salir de Haití. Y a Fabiola, una enfermera, madre y esposa haitiana, le intentaron secuestrar a su familia varias veces; también huyó del país. Ambas le explicaron al Instituto para las Mujeres en la Migración AC (IMUMI) que escaparon a Chile, pero la discriminación, la falta de oportunidades y el hambre las obligó a emprender otro largo viaje. La meta: llegar a Estados Unidos.



Al igual que ellas, más de 1,5 millones de haitianos han emigrado en los últimos años, es decir, un 14,26% de la población de Haití, según datos de Naciones Unidas de 2019. La mayoría, el 46%, busca llegar a EE. UU., y para eso algunos recorren más de 11 mil kilómetros y atraviesan unos 10 países. Muchos salen de Brasil o Chile -donde buscaron refugio por primera vez- pasan por Perú y Ecuador, y atraviesan Colombia hasta llegar a Turbo (Antioquia), donde se suben en una lancha que los deja en la entrada de la selva. Para llegar a su destino, todos deben cruzar el Darién.

“Fueron siete días en la selva sin comer, sin beber. No hay nada, solo los pájaros que cantan. Vi gente muerta que intentó cruzar el río; son peligrosos los ríos, y hay muchos por atravesar. También tuvimos que subir montañas y la lluvia no paraba. Hay mujeres embarazadas, bebés. Hay bandidos, gente que viola, mata, masacra. Mucha violencia. Es muy duro”, contó un haitiano a Médicos Sin Fronteras (MSF).



Aunque la mayoría de los migrantes en Colombia son venezolanos, con más de 1,7 millones de ciudadanos que llegaron al país huyendo de la pobreza y la represión, cada vez son más los haitianos que, a pie o en buses, necesitan cruzar Colombia en su rumbo hacia Centroamérica. Datos de Migración Colombia sugieren que en 2020 más de 479 haitianos ingresaron al país, pero la cifra puede ser mucho mayor, pues no todos pasan por los puestos de control migratorio. Cifras de Naciones Unidas de 2019 muestran que por el Urabá antioqueño se movilizaron unos 17.668 migrantes, de los cuales 3.170 eran haitianos. Mientras que MSF reportó la entrada de más de 15 mil migrantes a Panamá por el Darién entre enero y mayo de este año.

“Hace unos días estuve en Bajo Chiquito, la primera parada en Panamá tras cruzar la selva, y me encontré con casi 40 piraguas. Ese día bajaron unas 862 personas desde Bajo Chiquito a las estaciones migratorias de Lajas Blancas y San Vicente, en Panamá. Por lo menos el 60 % de estos migrantes eran personas haitianas”, explicó Sergio Martín, jefe de Misión de MSF, a El Espectador. “Lo cierto es que al mes pueden ser miles de haitianos que llegan a esa zona de Panamá, y muchos de ellos llegan con niños y niñas; en junio teníamos cifras de más de mil menores de edad que atravesaron el Darién”, agregó Martín.

La organización realizó cerca de 7 mil consultas médicas y de salud mental en Bajo Chiquito, y de esa cifra unas 4.200 eran personas de Haití. “Vemos diarreas, infecciones respiratorias y lesiones en los pies. Sin mencionar los casos de violencia sexual y todo el tema de salud mental, la gente tiene que dejar atrás a sus seres queridos porque no pueden más”, sostuvo Martín.

Expertos dicen que si hay algo que diferencia a los haitianos de otros migrantes o refugiados es que están aún más expuestos a ataques racistas y xenófobos. “Es como si la sangre que corre por sus venas no fuera la misma que la nuestra. Te miran como si no fueras nada porque eres negro”, dice Fabiola.

Un informe del Centro Nacional de Estudios Migratorios, citado por el IMUMI, encontró que el 48 % de los nacionales haitianos entrevistados, de los cuales el 33,8 % eran mujeres, habían experimentado algún tipo de discriminación. “Sabemos de historias de rechazo por su color de piel y etnia, sin duda el acceso a servicios básicos es desigual cuando lo comparas con una persona migrante o refugiada hispanohablante. Lo mismo pasa con el acceso a hospitales, o para obtener oportunidades laborales”, explicó Molly Goss, gestora de casos de familias transnacionales del IMUMI, a este diario.

Una crisis eterna

“Pese a los peligros que enfrentan durante el viaje, muchas mujeres nos dicen que así las deporten de México, volverían a utilizar la misma ruta migratoria porque temen volver a Haití”, agregó Goss.

Y es que si deciden quedarse en su país, los haitianos deben sobrevivir en una isla donde al menos 2,5 millones de habitantes están en pobreza extrema, una de cada tres personas necesita asistencia alimentaria y la mayoría vive con menos de dos dólares al día. Sin mencionar que deben conseguir trabajo con una tasa de desempleo del 40 %, y su moneda, la gourde haitiana, está actualmente a alrededor del 25 % del valor que tenía en enero de 2010. Los millones de dólares en ayuda internacional que ha dado la comunidad internacional se han perdido en redes de corrupción. Nada de eso les ha llegado a los haitianos, hoy a merced de bandas de secuestradores y criminales.

“Según estimaciones actualizadas, más de 14.700 personas han huido de sus hogares, especialmente de Martissant, Bas-Delmas y Cité Soleil. Estos desplazamientos se suman a las 3.400 personas ya desplazadas, especialmente en Bel´Air y Tabarre Issa”, se lee en un informe de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha). Al 30 de junio de 2021, el número total de desplazados internos en Haití era de 18.100.

El prolongado período de inestabilidad política desde 2010 ha obstaculizado la capacidad del gobierno de crear políticas a largo plazo para promover los derechos humanos y la protección contra la violencia por motivos políticos. Al contrario, contribuyó a un sistema de justicia disfuncional y a altos niveles de impunidad”, dicen algunas analistas del Haitian Bridge Alliance y el Center for Gender & Refugee Studies, en un informe publicado este año. Esto sin contar que el terremoto de 2010 acabó con Puerto Príncipe y le costó al país más de 300 mil vidas, y una recesión económica del 5 % de su PIB. Hasta 2020, casi 33 mil víctimas del terremoto permanecían en campamentos de desplazados internos, según cifras de ReliefWeb.

Haití es el país latinoamericano que más gobiernos ha tenido en menos tiempo; a partir de 1986 han pasado por el cargo al menos 20 mandatarios diferentes que van de generales a ministros en funciones. Ninguno invirtió en fortalecer las instituciones, mejorar las condiciones de vida o dar estabilidad. El 7 de julio un comando de 28 hombres, 26 de ellos colombianos y dos estadounidenses, mató al presidente Jovenel Moïse en su casa; un mandatario que tampoco hizo nada por retener a sus habitantes en el país.

Tras este magnicidio, largas filas se registran al frente del consulado de EE. UU. en Puerto Príncipe, reporta la Associated Press. Pero desde Washington ya les cerraron las puertas: “Nunca es el momento adecuado para intentar migrar por mar”, dijo el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas. “No vale la pena correr el riesgo”. “Permítame ser claro: si se lanza al mar, no será para venir a Estados Unidos”, subrayó.

Más de 1,5 millones de haitianos han emigrado en los últimos años, un 14,26 % de la población de Haití. (William Niampira/)

Los haitianos en América Latina

“Después del temblor en Haití, tanto en Brasil como en Chile había gobiernos más progresistas en materia de migración. En Brasil, por un lado, unos 128.000 haitianos entraron al país entre 2010 y 2018. Mientras que en Chile, el gobierno informó que poco más de 185.000 personas de Haití residían en el país en 2019”, explicó Goss, del IMUMI. “Sin embargo, en ambos casos llegaron gobiernos más restrictivos, y por eso empezamos a ver este flujo de migración haitiana por el Darién”, agregó.

Las políticas antiinmigrantes se replicaron en República Dominicana, el segundo país receptor de haitianos (491.000), y donde el presidente Luis Abinader anunció que iniciará la construcción del nuevo muro fronterizo con Haití dentro de tres meses. Una decisión criticada por organizaciones internacionales, pues advierten que la medida no solo podría legitimar discursos de odio por parte de grupos nacionalistas e incluso extremistas, sino que también agudizaría temas de discriminación, corrupción y delincuencia organizada transnacional.

Muchos otros también optan por México. Las solicitudes de asilo de las personas haitianas comenzaron a aumentar en ese país, pasando de 76 en 2018 a 5.550 en 2019, y a 3.627 en mayo de 2020, según datos de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

“En México pasa algo muy particular, y es que la tasa de aprobación de protección complementaria y asilo para los haitianos es baja comparada con la de otros migrantes o refugiados; para los venezolanos el porcentaje de aprobación es del 98 %, por ejemplo. Mientras que para las personas haitianas es del 20 %”, explicó Goss. ¿Por qué? “Racismo, xenofobia, desconocimiento de la situación en Haití. Además, la falta de traductores e intérpretes con dominio del idioma creole también hace que sea mucho más difícil para los haitianos el entender sus derechos”, sostuvo.

Pero más que quedarse en México, la mayoría opta por llegar a Estados Unidos. El país otorga el Estatus de Protección Temporal (TPS) a personas elegibles nacidas en el extranjero que ya estén dentro de EE. UU., y que no pueden regresar a sus países de origen por temas de seguridad, por ejemplo. Hasta marzo de 2021, aproximadamente 320 mil ciudadanos extranjeros de El Salvador, Haití, Honduras, Nepal, Nicaragua, Somalia, Sudán del Sur, Sudán, Siria y Yemen estaban protegidos por el TPS. Sin embargo, Washington advirtió esta semana a haitianos y cubanos, cuyos países se encuentran sumidos en graves crisis, que serán repatriados si intentan huir a EE. UU.

¿Aumentará la migración con la crisis política de Haití? “Por ahora no se han visto mayores flujos migratorios tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse”, dijo Sibylla Brodzinsky, vocera regional para el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Por su parte, Sergio Martín, de MSF, explicó que todavía está por verse si la crisis en Haití, el cierre de las fronteras con República Dominicana, las protestas en Cuba y el rechazo de EE. UU. puedan activar un nuevo flujo migratorio.

“Por ahora la mayoría de los migrantes haitianos que llegan a Panamá hablan portugués y español, porque vienen de Chile y Brasil. Es gente que lleva bastante tiempo en el continente y que busca mejores condiciones de vida. Son familias, mujeres embarazadas, personas como nosotros, que se ven obligadas a tomar esta decisión de migrar por más complicada que parezca”, sostuvo Martín.

 

Por   María Paula Ardila, en el Espectador