Desde que fijó la fecha para la retirada definitiva de Afganistán en un ambiente de relativo consenso, hasta el descenso a los infiernos de una salida muy criticada, Joe Biden se ha mostrado inflexible en poner fin a la guerra más larga de Estados Unidos.

Siguen algunos de los momentos clave en el período previo a la partida, el martes, hora de Kabul, de las últimas tropas estadounidenses casi 20 años después de la invasión.



 

– La decisión de retirarse –

Biden llegó a la Casa Blanca con una decisión urgente que tomar sobre Afganistán: ¿honraría un acuerdo de febrero de 2020 con los talibanes alcanzado por su predecesor Donald Trump para retirar las tropas estadounidenses para mayo de 2021?

El presidente demócrata, quien como vicepresidente de Barack Obama había presionado sin éxito para poner fin a la guerra, confirmó en abril su decisión: Sí.



Biden dijo que retiraría todas las tropas antes del 11 de septiembre, vigésimo aniversario de los ataques de la red islamista Al Qaida que provocaron la invasión estadounidense.

La decisión reflejó un creciente consenso bipartidista, aunque algunos republicanos lo acusaron de entregar una victoria simbólica con la fecha, lo que llevó a Biden a adelantarla hasta el 31 de agosto.

El acuerdo alcanzado en 2020 en Doha vinculó la retirada de Estados Unidos con el hecho de que los talibanes no estaban brindando refugio a extremistas internacionales como Al Qaida, e instauró las primeras conversaciones entre los insurgentes y el gobierno de Kabul.

Biden, en un discurso el 14 de abril, dejó en claro que el repliegue se llevaría a cabo independientemente de las condiciones en el terreno.

 

– El colapso del gobierno afgano –

La partida oficial de los últimos 2.500 soldados estadounidenses y 7.000 de la OTAN comenzó el 1 de mayo. Mientras, los talibanes lanzaron una ofensiva nacional que, en última instancia, se basó más en persuadir la rendición de los soldados que en ataques.

El 15 de agosto, dos días después de que el Pentágono dijera que la caída de Kabul no era inminente, los talibanes entraron en la capital y el presidente Ashraf Ghani huyó al extranjero.

«Les dimos todas las oportunidades para determinar su propio futuro. Lo que no pudimos brindarles fue la voluntad de luchar por ese futuro», dijo Biden después de la caída de Kabul.

El presidente demócrata, sorprendido en la casa de descanso de Camp David, admitió no haber «previsto» la velocidad del colapso de un ejército afgano formado, equipado y financiado por Washington.

Sin embargo, abundaban los informes de inteligencia que advertían sobre la debilidad y corrupción de las fuerzas gubernamentales.

 

– Sálvese quien pueda –

La salida de Afganistán de extranjeros y afganos «en riesgo» se organizó entonces en medio de un sálvese quien pueda generalizado.

Todo el poder y la logística del ejército estadounidense se movilizó en una masiva operación de evacuación por vía aérea para la que Biden desplegó unos 6.000 soldados en el aeropuerto de Kabul.

Así, desde el 14 de agosto, más de 123.000 civiles, incluidos 6.000 ciudadanos estadounidenses, fueron trasladados fuera del país en aviones de Estados Unidos y sus aliados.

Sólo Estados Unidos podría implementar una misión de esa magnitud y complejidad, destacó el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken.

Pero los detractores de Biden, cada vez más numerosos en este tema, incluso entre los aliados occidentales, creen que las evacuaciones deberían haberse llevado a cabo, o al menos prepararse, mucho antes.

 

– El atentado –

Estas condiciones caóticas expusieron a los soldados estadounidenses en un contexto de seguridad que ya no controlaban.

La advertencia de Biden sobre la «creciente» amenaza de un ataque del grupo yihadista Estado Islámico (EI) en el aeropuerto de Kabul no fue suficiente para evitar lo peor: el 26 de agosto un ataque suicida mató a 13 militares estadounidenses y a decenas de afganos, que sufrieron la mayor parte de las bajas en la guerra.

La oposición republicana acusó al presidente estadounidense de tener «las manos manchadas de sangre».

Biden defendió una vez más la retirada. Insistió en que nunca cumplirían las condiciones para la salida y afirmó que el acuerdo alcanzado por su antecesor le ató las manos: si los soldados estadounidenses se hubieran quedado, los talibanes los habrían atacado.

Pero el veterano político, conocido por su empatía, luchaba por encontrar las palabras adecuadas.

Y algunos familiares de los infantes de Marina caídos en Kabul lamentaron, en The Washington Post, un encuentro no muy cálido con Biden: uno dijo que el presidente había hablado más que nada de su difunto hijo Beau, que sirvió en Irak y murió de cáncer, y otro mencionó comentarios presidenciales «superficiales».

 

– Una retirada final anunciada por un general –

Biden, cuya popularidad se ha derrumbado en las encuestas, ha tenido problemas para comunicarse durante esta crisis.

En cada discurso o declaración, el comandante en jefe de 78 años se protege aparentemente detrás de las recomendaciones de su Estado Mayor.

Una imagen resume esta situación: como con todos los anuncios sensibles de las últimas dos semanas, fue un militar, el general Kenneth McKenzie, quien confirmó el lunes la partida del último soldado estadounidense y el fin de 20 años de guerra.

Serían necesarias otras 24 horas para escuchar al 46º presidente de Estados Unidos.