No fue en un accidente de tránsito que murió Alberto Guzmán del Rosario, sino que lo mataron a tiros, según lo establece el certificado de defunción emitido por el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif).

Esta versión desmiente la ofrecida por la Policía, según la cual Alberto habría muerto en accidente.



La cosa ocurrió el sábado. Ese día salió Alberto de su casa, ubicada en el barrio Las Tres Tareas de Los Guaricanos, en Santo Domingo Norte.

A trabajar se fue en horas de la mañana. Pensaba regresar en horas de la noche, luego de que terminara de trabajar a las 11 p. m. A esa hora salió de su trabajo pero, cuando regresaba a su casa, “chocó” en el Mirador Norte y falleció.



Familiares de Alberto Guzmán frente al Palacio de la Policía Nacional (DIARIO LIBRE/ DANIA ACEVEDO)

Eso fue lo que le dijeron a su esposa, Isabel Díaz. Desesperada llamaba a su esposo, pero nadie respondía, hasta que un presunto policía le informó que Alberto había tenido un “accidente” mortal. Eran las 4 de la madrugada del domingo 14.

Pero, en la información que le dio el “policía” algo no estaba claro. Él le dijo a Isabel que su esposo se había “accidentado” pero que estaba vivo, y le pedía que fuera al lugar del “hecho”.

Isabel le respondió que no podía ir al Mirador Norte, y menos a esa hora. El grupo de policías la mandó a buscar con una patrulla.

Así llegó ella al lugar, y vivió un momento amargo al ver a su esposo allí tendido, sin vida alguna. Antes de ver ese cuadro de muerte, un policía se bajó de una moto y le dijo de cerca: “Doña, tiene que ser fuerte”.

Estas palabras despertaron un augurio terrible y le dieron un presentimiento siniestro. Su corazón se aceleró, esperando lo peor.

El cadáver asomó a su ojos y reaccionó con más tristeza que impotencia. Eso de que estaba vivo había sido una mentira cruel. Ahora comprobaba la verdad: ante sus ojos estaba el cadáver. No podían mentirle: ya era dueña de la triste verdad.

El hombre estaba tirado en una alcantarilla, como si realmente hubiera chocado. A sus 40 años tenía mucho por vivir aún. Era hombre cristiano y laborioso, consagrado a su hogar.

Indica el Nuevo Diario que parientes de la víctima preguntaron y cuestionaron a los agentes policiales involucrados en la escena. Ellos dijeron que una ambulancia del 911 había descubierto el cadáver a medianoche, y se había ido porque ya no había nada que hacer.

La duda abrazó a Isabel, la esposa triste y herida por el engaño. Con la misma rabia de indignación protestó y cuestionó Luis Alberto Guzmán, el hijo de la víctima.

¿Cómo era posible que el 911 llegara al lugar y ni siquiera le pusieran la mano a Alberto? Los policías solo respondieron que podían retirar el cuerpo sin avisarle al Inacif, para así evitar el papeleo burocrático de las autoridades. Era mejor hacerlo directo.

Los familiares atendieron la sugerencia: en una guagüita platanera se llevaron el cadáver, a su casa lo llevaron, y los mismos policías fueron los que pagaron el servicio de transporte, como “acto de buena fe”.

Ya en la casa, encontraron las primeras señales de una muerte escondida. La verdad estaba oculta, pero ellos la descubrirían muy pronto.

Mientras bañaban el cadáver antes de introducirlo en el féretro, vieron que tenía orificios producidos por balazos. ¿Y no dizque era un choque?

Entonces salieron disparados hacia el destacamento donde los “policías” habían dicho que rendían servicio. Pero, ¡oh sorpresa!, allí nadie conocía a esos sujetos uniformados.

La Policía ha dicho que se está investigando lo ocurrido con Alberto, incluyendo la versión ofrecida por su familia; y también afirmó que la PN ignora la identidad de los presuntos “policías”.

La familia está exigiendo justicia en el caso de Alberto.