El papa Francisco viaja este viernes a Marsella (sureste de Francia) para alertar del drama que viven los migrantes en el Mediterráneo, en pleno debate en Europa sobre la acogida de refugiados.

Desde Venezuela a Centroamérica y México, pasando por Estados Unidos, África y Oriente Medio, los migrantes son una prioridad para el pontífice, que suele expresar el dolor por las tragedias que sufren.



«El Mediterráneo es un cementerio. Pero no el más grande: el cementerio más grande es el norte de África», advirtió el jesuita argentino de 86 años a la prensa en agosto.

La ruta del Mediterráneo está considerada como la más peligrosa del mundo. Más de 28.000 migrantes han desaparecido en sus aguas desde 2014 al querer alcanzar Europa desde África, según la OIM.



A estos migrantes muertos en el mar rendirá homenaje ante un memorial próximo a la basílica de Notre Dame de la Garde (Nuestra Señora de la Guarda, en español), en uno de los momentos más esperados de su viaje.

Tras una plegaria en la basílica, conocida como la «Buena Madre», se encontrará hacia las 18H00 (16H00 GMT) ante el memorial con vistas a un mar Mediterráneo que ya contempló en pasadas visitas para pedir la acogida de migrantes.

Desde un campo de refugiados en Lesbos, isla griega emblema de la crisis migratoria, Francisco denunció por ejemplo a finales de 2021 el «naufragio de la civilización» que abandona a estas personas que huyen de sus países.

Pero, en una Europa donde la acogida divide y enfrenta a gobiernos, la ultraderecha y la derecha conservadora, que advierten de una supuesta «invasión» migratoria, critican que el pontífice hable tanto de los migrantes.

«No viene para culpabilizar o decir a los Estados lo que deben hacer. Les dice: sean responsables, hay sufrimiento», dijo antes del viaje el obispo de Ajaccio (sureste de Francia), François Bustillo.

Su visita coincide con la llegada de miles de migrantes días atrás a la isla de Lampedusa, que obligó a la Unión Europea (UE) a adoptar un plan para ayudar a Italia a gestionar esta ruta migratoria procedente del norte de África.

 

– «Habemus papam» –

 

Bajo un cielo gris, la segunda ciudad de Francia comenzó a engalanarse con los colores del Vaticano.

Francisco ya advirtió que su viaje no es una visita oficial a Francia, sino que busca clausurar un encuentro entre obispos y jóvenes del Mediterráneo, con las desigualdades, el diálogo interreligioso o el cambio climático en la agenda.

«Tenemos mucho en común con los demás, pero no lo sabemos», dice a la AFP Joseph Achji, un cristiano sirio de 25 años participante en este encuentro y que se dice «realmente emocionado» de ver al pontífice.

La primera ministra francesa, Élisabeth Borne, será la encargada de acoger a las 16H15 (14H15 GMT) en el aeropuerto de Marsella a un sumo pontífice de delicada salud, que reconoció días atrás que le cuesta viajar ahora más que antes.

Su 44º viaje apostólico al extranjero y el primero de un papa a Marsella desde hace casi medio siglo suscita un gran interés pese al declive del catolicismo en Francia, país laico desde 1905 y donde las acusaciones de abusos sexuales en el seno de la Iglesia aceleraron la crisis.

«Habemus papam», tituló este viernes el diario regional La Provence. «Les saludo, migrantes», llevaba por su parte en portada el diario de tirada nacional Libération.

Se esperan miles de fieles en las calles de esta ciudad cosmopolita, donde vive un gran abanico de comunidades y religiones, especialmente el sábado, cuando está prevista una misa ante casi 60.000 personas en el estadio Velódromo.

Jorge Bergoglio recorrerá primero la gran avenida del Prado en su «papamóvil» para que la multitud pueda saludarlo, antes de la ceremonia en el estadio a la que asistirá el presidente francés, Emmanuel Macron.

Su presencia desató críticas de la oposición de izquierdas, que considera que Macron «pisotea» la neutralidad religiosa. El papa y el mandatario también tienen previsto conversar en privado el sábado.