Llegó diciembre y con él, la tradición más esperada del dominicano: ¡el doble sueldo! Esa bendición (o maldición) anual que hace que la cuenta bancaria se vea un poquito más feliz… pero solo por unos días.
Primera parada: el colmadón
Para muchos, el doble sueldo no tiene tiempo de llegar completo a la casa. Apenas cae el depósito, ya el colmadón está decorado con cervezas en fila, las bocinas reventando con bachatas, y un grupo de amigos listos para celebrar como si el mundo se acabara mañana. ¿Ahorrar? ¡Ni pensarlo! Total, el dinero está para disfrutarlo.
Los sueños que duran dos días
“Este año compro mi pasola”, “Ahora sí que arreglo la casa”, “Voy a invertir en algo productivo”. Todos estos son planes que se hacen el primer día. Pero, por alguna razón desconocida, el dinero desaparece mágicamente y, de repente, en lugar de la pasola, tenemos un televisor más grande o un celular nuevo que ni hacía falta.
El aguinaldo: la excusa perfecta
El dominicano no puede simplemente quedarse con su doble sueldo en el bolsillo. Aparece un primo lejano con un «aguinaldito», los vecinos organizan un intercambio de regalos, y hasta el delivery recibe una propina extra. Es como si el billete tuviera alas y quisiera volar hacia los demás.
Los viajes al supermercado: misión imposible
Con doble sueldo en mano, ir al supermercado en diciembre es como entrar a un reality show de supervivencia. El carrito se llena de jamón, cervezas, ponche y galletas danesas (esas que luego sirven para guardar hilo y agujas). Pero cuidado, porque al final la fila para pagar te hará reconsiderar si en enero es que vas a comer.
El arrepentimiento de enero
Enero llega con su realidad cruel. Se acabó el doble sueldo, pero las deudas no. El dominicano empieza el año prometiendo que en diciembre próximo será más responsable, pero en el fondo todos sabemos cómo terminará la historia.
¿Y por qué no cambiar?
La verdad es que, aunque sea fácil burlarse del comportamiento con el doble sueldo, lo que queda claro es que este dinero extra no solo es un alivio económico, sino también una oportunidad para celebrar, compartir y disfrutar. Tal vez la clave está en encontrar un balance: guardar un poquito para las metas y gastar otro tanto para darnos el gusto que tanto merecemos.
Así es el dominicano con su doble sueldo: un derroche de alegría, creatividad y un poquito de caos. Porque, al final, si no se goza, ¿de qué vale?