En los últimos años, las redes sociales han dado lugar a una nueva forma de publicidad en la que los llamados «influencers» juegan un papel clave.
A través de sus publicaciones, estos creadores de contenido buscan promocionar productos y servicios de diversas marcas, a menudo a cambio de un pago o de recibir los productos de forma gratuita. Sin embargo, esta tendencia ha evolucionado hasta el punto en que muchas personas con apenas unos miles de seguidores ya se autodenominan influencers y buscan obtener beneficios sin ofrecer un verdadero retorno de inversión a los comercios.
El boom de los microinfluencers
Si bien es cierto que existen influencers con millones de seguidores cuya publicidad puede tener un gran impacto en las ventas de una empresa, también han surgido los llamados microinfluencers, aquellos con entre 1.000 y 50.000 seguidores. Muchas marcas han comenzado a colaborar con ellos porque suelen tener una audiencia más segmentada y cercana, lo que puede generar mayor confianza entre sus seguidores.
El problema es que muchas personas con apenas 3.000 seguidores han adoptado esta estrategia sin realmente tener una influencia significativa. Estos individuos contactan restaurantes, salones de belleza, tiendas de ropa, hoteles y otros negocios con la propuesta de intercambiar publicaciones en redes sociales a cambio de productos o servicios gratuitos. A menudo, su número de seguidores no es suficiente para garantizar una verdadera exposición de la marca, pero aun así exigen cortesías como si fueran celebridades del mundo digital.
¿Beneficio mutuo o abuso?
Para los comercios, colaborar con un influencer puede ser una excelente estrategia de marketing si la persona en cuestión tiene una audiencia comprometida y con potencial de convertirse en clientes.
Sin embargo, cuando alguien con pocos seguidores y sin una comunidad realmente activa exige productos o servicios gratuitos, la balanza se inclina más hacia el abuso que hacia la colaboración legítima.
Muchos negocios han denunciado esta práctica, pues no solo reciben solicitudes constantes de personas que buscan beneficios sin ofrecer valor real, sino que, en algunos casos, también se enfrentan a chantajes indirectos. Algunos pseudo-influencers llegan incluso a amenazar con hacer comentarios negativos sobre un comercio si no reciben lo que piden.
La respuesta de los negocios
Ante esta problemática, muchos comercios han comenzado a adoptar posturas más firmes. Algunos han implementado políticas claras sobre colaboraciones con influencers, estableciendo requisitos como un mínimo de seguidores reales, tasas de interacción comprobables y acuerdos por escrito en los que se detalle lo que se ofrece a cambio. Otros simplemente han optado por ignorar estas solicitudes y centrarse en estrategias de marketing más tradicionales.
Los negocios también han aprendido a diferenciar entre un influencer legítimo y alguien que solo busca beneficios personales. Analizar las métricas de interacción, verificar la autenticidad de los seguidores y revisar la calidad del contenido publicado son algunas de las estrategias que permiten a los comerciantes evitar caer en engaños.
A tener en cuenta
El marketing de influencers es una herramienta poderosa cuando se usa correctamente, pero el auge de personas que buscan obtener beneficios sin un respaldo real ha generado un problema creciente.
Para los negocios, es fundamental evaluar cada colaboración y asegurarse de que la relación sea realmente beneficiosa. Y para aquellos que aspiran a ser influencers, es importante entender que la credibilidad y la verdadera influencia no se miden solo por la cantidad de seguidores, sino por la capacidad de generar confianza y valor en su comunidad.