Daniel Harrison, de Nottingham, Inglaterra, tuvo un cuadro de reflujo ácido doloroso desde que nació, y apenas pudo amamantarse unos meses.

Pero después desarrolló un miedo irracional a comer y beber. Y como no había forma de que se alimentara, tuvieron que colocarle un tubo en el estómago para hacerlo en forma directa.



Con el correr del tiempo, sus padres probaron muchos métodos y los médicos también, pero él se acostumbró a la sonda y ya no tenía ningún interés en las comidas ni bebidas. Su cuerpo tampoco reconocía la necesidad o el deseo de comer por sus propios medios.



Ahora Daniel tiene cinco años y gracias a un tratamiento pionero del Hospital Universitario de Graz, Austria, pudo sentarse y disfrutar de la primera comida junto a su familia. Antes, el niño se sentaba a la mesa durante las comidas familiares y se entretenía con sus juguetes.

Su padre, Kevin Harrison, declaró a Daily Mail: “ver a mi niño comer es como ganar la Premier League, la Eurocopa y la Copa del Mundo a la vez”.

«Todavía tenemos que procesar en forma de puré algunas de sus comidas principales, masticar le resulta difícil, ya que no ha desarrollado todavía los músculos de la boca en forma correcta”, agrega su padre. Y comenta que, en general, puede comer casi lo mismo que el resto de la familia, y que le encantan el chocolate y las galletas.

Tratamiento innovador

Como en Reino Unido no encontraban la solución, Daniel fue llevado al hospital de Austria, donde los médicos utilizan técnicas nuevas para ayudar a las personas a comer.

El método consiste en una serie de actividades graduales, donde el paciente va familiarizando con la comida, primero el desafío es que la introduzca en su boca, comentaron sus padres.

El tratamiento de Austria ha sido practicado en 12 personas de todo el mundo, con problemas similares a Daniel y todos se han curado.

Su madre declaró en Daily Mail: «comer lo ha cambiado como niño, su comportamiento es diferente, ahora es mucho más feliz. Estamos gastando bastante dinero en comida, porque queremos darle a probar cosas nuevas todo el tiempo, pero él lo merece» señaló.

«Hemos tenido que hacer grandes sacrificios para poder pagar el tratamiento, y nos ha costado una fortuna. Pero esto ha permitido a nuestro hijo a ser autosuficiente y poder desarrollarse, y no se puede poner un precio a eso”, dijo su padre, que nunca perdió las esperanzas. «Hay que mantener una actitud positiva, incluso cuando las cosas se ponen realmente difíciles, y es increíble verlo comer y disfrutar de su comida”, concluyó satisfecho.

Fuente Holadoctor.com