A punto de cumplirse 38 años de la ejecución extrajudicial del expresidente y militar dominicano Francisco Caamaño Deñó, sus compañeros de armas piden que los testigos del hecho se pronuncien para conocer la verdad.



En su columna habitual correspondiente a mañana en el diario Hoy, el escritor, ingeniero y guerrillero junto a Caamaño en 1973, Hamlet Hermann, llama a desclasificar la información sobre los sucesos del 16 de febrero de 1973.

Sobre su fusilamiento por orden expresa del entonces presidente de la República, Joaquín Balaguer, Hermann dice que la fecha debe servir para recordar a los mártires y no olvidar a los protagonistas del crimen.



Un batallón de cazadores, entrenado por tropas especiales del Ejército de Estados Unidos con el objetivo específico de aniquilar al coronel Caamaño si osaba retornar al país, fueron los partícipes de la acción ocurrida el 2 de febrero de 1973, relata Hermann.

Luego de dos semanas de persecuciones y combates, el pelotón de reconocimiento del batallón tomó por sorpresa el campamento guerrillero.

Contrario a lo informado por las Fuerzas Armadas entonces, Caamaño fue capturado vivo y llevado ante el primer teniente Almonte Lluberes, quien ordenó se diera aviso a los superiores sobre su captura.

El botín de guerra para la tropa consistió en 15 mil dólares y, aproximadamente, 25 mil pesos. Para un soldado que ganaba mensualmente menos de 100 pesos, aquello era una fortuna.

Se repartió de acuerdo con el rango y el teniente coronel jefe del batallón, Carlos Castillo Pimentel, recibiría mil dólares. Los alistados tocaron entre 500 y 300 pesos cada uno.

Esa misma tarde, el prisionero fue entregado al general Beauchamp Javier y a Castillo Pimentel, quienes lo montaron en un jeep y partieron hacia el puesto de mando.

Allí se presentaron dos horas después el secretario de las Fuerzas Armadas, Ramón Emilio Jiménez, el jefe del Ejército, general Enrique Pérez y Pérez, y el comodoro Francisco Amiama Castillo, quienes transmitirían la orden impartida por el presidente Balaguer.

El encargado de ejecutar el fusilamiento fue el coronel Héctor García Tejada. Lo acompañaría el segundo teniente Almonte Castro, junto al cabo chofer Martínez y un Sargento.

Cuando Caamaño entendió que había llegado su fin y dijo: «¿Me van a matar? ÂíViva Santo Domingo Libre!» fueron sus últimas palabras. Los militares dispararon y se desplomó. García Tejada lo remató con un disparo en la frente. Un alistado golpeó el cadáver con la culata del fusil.

El teniente Juventino Matos (Monguito), jefe de Mecánica del Sexto Batallón, fue encargado de la difícil tarea de quemar los cadáveres de los tres guerrilleros. Los restos no se consumieron y fueron llevados hasta San Isidro, donde fueron lanzados al Mar Caribe.

Ojalá, concluye Hermann, aquellos militares que todavía respetan el juramento patriótico de servir a la patria se decidan a publicar sus experiencias y así desenmascarar al criminal refugiado tras el uniforme.

Fuente: Almomento.net

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