PARÍS. El tráfico de medicamentos falsificados, en el que los particulares compiten con criminales curtidos, se ha convertido en un nuevo negocio muy lucrativo, mucho más que el de la droga, según un estudio divulgado este miércoles.

Medicamentos



Entre 2008 y 2010, Mimi Trieu vendió cerca de dos millones de pastillas adelgazantes a los clientes de su salón de belleza en Filadelfia.

Estas pastillas, supuestamente «naturales», fabricadas en Japón, le proporcionaron 245.000 dólares (182.000 euros), pero en realidad estaban importadas fraudulentamente de China y contenían sibutramina -una sustancia que quita el hambre y está prohibida en Estados Unidos y la mayor parte de los países de Europa- y otras sustancias peligrosas.



Al igual que Victor Cheke, un británico detenido cuando regresaba de Asia con miles de pastillas falsas para combatir los problemas de erección y que pretendía venderlas en internet, Mimi Trieu figura entre los ciudadanos que describe el informe del Instituto Internacional de Investigación de las Falsificaciones de Medicamentos (Iracm), que han entrado en el lucrativo mercado del medicamento falsificado.

«Hay una democratización de la criminalidad y de la cibercriminalidad. Hoy, más que nunca, cualquier persona puede estar relacionada con este tráfico, ya sea de manera totalmente autónoma o estableciendo alianzas con otros individuos», explica Eric Przyswa, investigador de Mines-ParisTech y autor del informe.

Según el Center for Medicine in the Public Interest, un organismo especializado estadounidense, la venta de medicamentos falsos ha aumentado un 90% entre 2005 y 2010, para alcanzar 75.000 millones de dólares (55.000 millones de euros). La actividad sería entre 10 y 25 veces más rentable que el tráfico de droga.

Cualquier tipo de medicamento puede ser objeto de tráfico: antibióticos, anticonceptivos, antipalúdicos e incluso medicamentos contra el cáncer.

62% medicamentos falsos en internet

El espacio de las organizaciones criminales «clásicas» y de las redes terroristas en este tráfico, difícil de estimar, parece limitado, subraya el informe. Solo el Ejército Republicano Irlandés (IRA) logró, en los años 90, convertir realmente este tráfico en una fuente de financiación.

Según Eric Przyswa, el mercado de los medicamentos falsificados está dominado más bien por un tipo de «crimen de cuello blanco que trabaja en el sector de la salud» y se alía a veces con particulares.

Entre diciembre de 2006 y mayo de 2007, Peter Gillespie, un experto contable y distribuidor farmacéutico británico, importó, a través de su sociedad, 72.000 paquetes de medicamentos falsificados.

Fabricados en China -principal productor de medicamentos falsificados por delante de India y Rusia- embalados en Francia y revendidos legalmente en Gran Bretaña, estos productos le habrían proporcionado tres millones de libras (3,6 millones de euros), antes de que fuera condenado a ocho años de cárcel.

Otros criminales de «cuello blanco» han gestado una verdadera red internacional, como Igor Gusev, un hombre de negocios ruso que en los años 2000 creó Glavmed, una de las redes más importantes de distribución de medicamentos falsificados en internet.

Gracias a un programa de afiliación, los intermediarios podían abrir su propia farmacia en la web «prefabricada» y obtener cerca del 40% de las comisiones de las ventas. La «promoción» de las falsas farmacias estaba garantizada por el envío de correos spam, una presencia importante en los foros de discusión y la manipulación de motores de búsqueda.

Este sistema habría proporcionado a Glavmed unos ingresos mensuales en 2011 de más de un millón de dólares (740.000 euros).

Según la Alianza Europea para el Acceso a los Medicamentos Seguros, un 62% de las pastillas compradas en la red en 2011 estaban falsificadas.

En los países desarrollados, solo un 1% de los medicamentos son falsificados.

Pero en algunos países árabes, Latinoamérica y África, un tercio son falsos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En estas regiones, más que en cualquier otro lugar, el tráfico es particularmente peligroso: en 2009, 84 niños nigerianos murieron después de ingerir un jarabe para la tos que contenía anticongelante.

AFP