Las Vegas tiene 1701 lugares de juego, 122 casinos, 176.995 máquinas tragamonedas, 500 iglesias y la tasa de suicidios más alta de Estados Unidos.

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Redención y castigo marchan de la mano en Sin City, la Ciudad del Pecado, abarrotada esta semana por miles de turistas atraídos por el megacombate que sostendrán el sábado Floyd Mayweather y Manny Pacquiao.

«Lo que pasa en Las Vegas, en Las Vegas queda», y al amparo de esa frase están permitidas las apuestas, los juegos de azar, alcohol las 24 horas, y una prostitución estandarizada y discreta.



Pero en realidad el dinero es lo que con más frecuencia se queda en la meca del juego. Todo está diseñado para que los visitantes apuesten, aunque al final siempre gana la casa.

Desde que uno arriba al aeropuerto McCarran, lo reciben 1300 tentadoras máquinas tragamonedas. Las hay en las estaciones de gasolina, los mercados, bares y restaurantes, y hasta en las funerarias, para que uno pueda llorar a su muertito, y darle a la palanca. Por si el finado nos manda desde el más allá el secreto del jackpot.

Por ley del estado de Nevada, las máquinas tragaperras de Las Vegas están obligadas a pagar el 75% del dinero que los jugadores introducen en ellas.

Datos del buró de turismo de Las Vegas revela que el 87% de los visitantes de la ciudad acaban apostando, y el 68% de ellos opta por las máquinas tragamonedas. Esos turistas pasan un promedio de 4,30 horas en un casino, y gastan unos 500 dólares por estancia de tres días o menos.

Un reciente estudio del doctor David Schwartz, director del Centro de Investigación de Juegos de Azar de la Universidad de Las Vegas, reveló que el sector del juego de azar es más grande que la industria aérea en Estados Unidos.

– La casa siempre gana –

El principal secreto que debe conocer todo el que se aventure en esta jungla del juego, es que los casinos están ideados para hacer que los jugadores pierdan su dinero.

«El diseño del casino es más un arte que una ciencia, y en él participan desde diseñadores de interiores hasta psicólogos y matemáticos del juego para perfeccionar el trazado de la gran sala de juego», explica Schwartz.

Los arquitectos generalmente optan por las líneas curvas en vez de rectas, lo cual crea un sentido de desorientación al momento de buscar la salida.

Los huéspedes de todos los hoteles de Las Vegas tienen que atravesar la sala de juegos para llegar a sus habitaciones, y por el camino son tentados por coloridas y ruidosas máquinas tragamonedas. Hasta en los baños hay estos artilugios.

El rojo, considerado el color de la suerte, y el dorado, símbolo de riqueza, son los matices más comunes en todos los casinos. Tampoco hay relojes. Los que se encuentran en estado de trance no los necesitan.

En un algunos lugares, como en el Reino Unido, se han aprobado leyes que dicen que los jugadores deben ser consientes de cuanto tiempo han pasado tentando a la suerte, y el casino debe fomentar el tomar descansos en el juego.

Los casinos de Las Vegas tampoco tienen ventanas. La iluminación siempre es baja y suave, para que el jugador no sepa si es de día o de noche, se sienta relajado y disfrute. El mundo exterior no existe.

Los baños y restaurantes siempre estarán en lo más profundo en las entrañas del casino. Y mientras los busca, tiene a su alrededor montones de máquinas tentadoras.

Beber alcohol es una forma segura de perder hasta los calzones. En todos los casinos, unas chicas  atiborran al jugador de bebidas gratis. El propósito es nublar tus percepciones y tu juicio.

Es frecuente encontrar gente que te aconseja como jugar. La viejita simpática o el tipo cuentista que te dicen cuánto han ganado ese dia, por lo general son personas contratadas por los casinos para hacerte creer que mientras más apuestes, más ganas.

Y si ganas, márchate. Según los expertos, sólo es probable que ganes una o dos veces durante el día. Al fin y al cabo, las máquinas están controladas por un microchip que te darán lo previsto.