(CARLOS GIUSTI/EL VOCERO)

“Tiene que seguir La Selecta”, “Raphy tranquilo, tu pueblo está contigo”, “Que viva Raphy Leavitt y que La Selecta siga”. Estas expresiones de pueblo resonaron ayer en el sepelio del fundador de la orquesta La Selecta, Raphy Leavitt, justo antes de ser sepultado en el cementerio Porta Coeli, en Bayamón.

Con canciones de fondo y escoltado por una docena de policías motorizados, entró cerca de la 1:00 pm la comitiva fúnebre al campo santo, donde esperaban desde temprano decenas de admiradores del músico y compositor.



El féretro fue cargado por el hijo de Leavitt, Rafael y sus músicos, cubierto por un elegante arreglo de flores en el cual destacaban rosas rojas.



“Llegó el momento, no del adiós sino hasta luego. Raphy el legado se queda, haremos nuestra parte”, afirmó el vocalista Carlitos Ramírez, mientras se escuchaba el radio de un fanático que acaba de unirse al grupo.

Las palabras sobraron tratándose de un grupo de músicos, pues Sammy Marrero pidió fuerza a Dios para interpretar como hizo durante décadas los temas ‘Mi barrio’ y ‘La cuna blanca’, un clásico en entierros de pueblo. Esta vez acompañado del bajista Edwin Rosario, quien tocó la guitarra, y de los presentes, incluyendo a la viuda María Barreto y sus hijos Sheila y Rafael, quienes no podían contener el llanto.

“Raphy, tu siempre confiaste en mí, yo solamente soy un instrumento de Dios y como siempre te dije cuando empecé, estaré contigo mientras tu creas que pueda cantar. A nombre de la familia Leavitt Barreto, lo mejor que podemos hacer nosotros… vamos a cantar todos los que formamos parte de la orquesta y el público. Dios, ayúdame tú que me conoces más que nadie sabes lo que sufre mi corazón”, manifestó entre nervios Sammy para entonar ‘Mi barrio’.

Previo a cantar ‘La cuna blanca’, Sammy expresó: “Para ti la canción que tú me enseñaste a cantar y si se la he cantado a otros por qué no cantártela a ti”.

La familia guardó silencio, solo se escuchó a María recordar las palomas blancas que luego liberaron mientras bajaban los restos de su esposo, en el panteón familiar.

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