Si hay algo que jamás se debe perder es la esperanza en todos los propósitos  que cada  quien se plantee  para su interés particular o para beneficio de otra persona de valía desde el punto de vista humano.

Esperanza



Lo adverso es cuando se observa que un sujeto (hombre o mujer) está “quillao” por algo que le hicieron o dijeron de su persona o de una situación vinculante de la que probablemente es ajeno.

Quien se aferra a la esperanza usualmente está convencido de que puede lograr sus propósitos en buena lid, sin dañar a nadie. Este tipo de persona no desmaya en lo que quiere.



Si alguien está “quillao”, quienes están en su entorno lo advierten de inmediato. En ese caso es mejor dejarlo tranquilo para que no reviente  y evitar una innecesaria reacción abrupta.

El esperanzado comúnmente es agradable y sabe  exactamente el camino que desea transitar para lograr sus éxitos. Además no se deja perturbar  y no hay piedra en el camino que no pueda derribar.

El “quillao” frecuentemente se arropa en un silencio absoluto, pero podría explotar de manera iracunda  si tratan de mofarse de él o hacerle ver que es un “tonto” por comportarse de un modo si se quiere hasta infantil.

Aferrarse a la esperanza  es tener fe en el presente y el porvenir, porque el ánimo es tal que presenta como posible lo deseado.  Las personas abrazadas a la esperanza y la puesta en práctica de lo que desean son las que impulsan los pueblos o los entornos donde socializan.

Estar encolerizado, a pesar de que se le observe arropado por el mutismo, es una de las formas en que se ve a un  “quillao”. Si se le deja tranquilo va superando el impase que motivó su enojo.

Las personas aferradas a la esperanza se encuentran en cualquier escalón de la vida, lo mismo que los “quillaos”. En la envoltura de uno u otro puede  estar un “infeliz” en términos de formación y financiero o un gran intelectual de quien dijeron sabe Dios qué diablura para crear distanciamiento de su pareja u otra situación.

En ambos casos lo importante es estar conscientes de que la vida sigue tanto  para los esperanzados como para los quillao y recordar el dicho que dice “a palabras necias oído sordo.”

Por Cándida Figuereo, periodista, residente en Santo Domingo