Lo hacen de distintas maneras: una aumenta las uniones en general, mientras que la otra fortalece algunas en concreto.

PianoHoras sin fin en la barra. Largas tardes practicando escalas. Todo ese tiempo en clases de piano y de baile pueden parecer dolorosas a un joven, pero una nueva investigación confirma lo que decían sus padres: es bueno para la mente y el cuerpo.



Un estudio reciente, publicado en NeuroImage por un equipo de investigadores del Laboratorio Internacional para la Investigación del Sonido, la Música y el Cerebro (Canadá), demuestra que la formación musical y en danza tiene efectos más fuertes en el cerebro de lo que se pensaba -pero de formas muy diferentes.

Los investigadores utilizaron técnicas de imagen de alta tecnología para comparar los efectos de la formación musical y en danza en la estructura de materia blanca del cerebro de expertos de estas dos disciplinas. Luego examinaron la relación entre los cambios cerebrales inducidos por el entrenamiento y las habilidades de danza y musicales.



«Encontramos que los bailarines y músicos diferían en muchas regiones de la materia blanca, incluidas las vías sensoriales y motoras, en los niveles de procesamiento cognitivos primario y superior», dice Chiara Giacosa, doctoranda en la Universidad Concordia (Montreal) y primera autora del estudio, en la nota de prensa de la universidad.

Observaron que los bailarines tenían más conexiones entre las regiones sensoriales y las motoras del cerebro, mientras que en los músicos se fortalecían conexiones concretas.

«Esto sugiere que la formación musical y la formación en danza afectan al cerebro en direcciones opuestas», explica Giacosa. «En efecto, mientras que los bailarines entrenan todo su cuerpo, que tiene una representación más amplia en la corteza neuronal, los músicos centran su formación en algunas partes específicas del cuerpo, como las manos, los dedos o la boca, que tienen una representación cortical más pequeña en el cerebro.»

Curiosamente, bailarines y músicos diferían más entre sí que en comparación con el grupo de sujetos de control que no tenía una amplia formación formal en ninguno de los dos campos.

De acuerdo con Giacosa, esto puede suceder debido a que una serie de variables no controladas influyera en los sujetos de control de diferentes formas, haciéndoles más similares a uno u otro grupo. «Por contra, nuestras muestras de bailarines y músicos fueron seleccionadas específicamente para que fueran grupos puros de expertos, lo que hace que sea más fácil diferenciarles entre ellos.»

Virginia Penhune, profesora de la Facultad de Artes y Ciencias de Concordia y presidente del Departamento de Psicología de la universidad, es la autora principal del estudio, y señala que esta investigación profundiza en el conocimiento actual acerca de cómo están conectadas en redes las regiones del cerebro, y cómo cambian estas redes estructurales con el entrenamiento.

«Este trabajo tiene un gran potencial para ser aplicado a los campos de la educación y la rehabilitación», dice Penhune. «Comprender cómo la formación de danza y la de música afectan de manera diferente a las redes cerebrales nos permitirá utilizarlas selectivamente para mejorar su funcionamiento o compensar las dificultades y enfermedades que tienen que ver con esas redes específicas del cerebro.»

Algunos estudios ya han demostrado que el entrenamiento musical a una edad temprana puede mejorar diversas habilidades cognitivas, pero la danza aún no se ha utilizado de una manera similar, informó Tendencias21.

«Investigaciones recientes han comenzado a mostrar algunas mejoras con la danza y la música en la terapia de los pacientes afectados por la enfermedad de Parkinson y los niños con autismo, respectivamente, pero se puede hacer mucho más con estas y otras enfermedades», dice Penhune.