La moda de la agricultura urbana esta encontrando un terreno fértil en Nueva York, donde diez jóvenes emprendedores aprenden a cultivar verduras y hierbas sin tierra, bañadas por una psicodélica luz interior.

En un «invernadero» inventado en un aparcamiento de Brooklyn, cada uno se encarga de cultivar verduras en un contenedor y compite para conseguir clientes locales en la embriagadora atmósfera de una empresa emergente, planteando una alternativa a la comida industrial, que a menudo viaja miles de kilómetros antes de llegar al plato.



Los emprendedores-granjeros se trabajan en Square Roots, una joven compañía con una mirada crítica del tipo de marketing que se hace Brooklyn, la capital de la innovación y siempre lista para seguir las nuevas tendencias.

«No se trata simplemente de otra cosa hipster de Brooklyn. No hay duda de que el movimiento local real de la comida es una mega tendencia» señala el británico Tobias Peggs, uno de los cofundadores, de 45 años, que antes trabajaba en software.



«Hoy en día si tienes 20 años, el tema de la comida es mayor de lo que internet fue hace 20 años cuando empezamos con eso», añade. «Los consumidores quieren confianza, quieren conocer a sus granjeros».

Peggs puso en marcha Square Roots con Kimbal Musk, hermano de Elon, el millonario de Tesla Motors, y desde noviembre han estado formando a diez personas.

La tecnología, presente ya en algunas partes de Europa, sobre todo en Holanda, todavía es pionera en Estados Unidos.

Las verduras son cultivadas en un ambiente completamente cerrado y artificial que puede ser totalmente controlado, crecen de forma vertical y son irrigadas por un sistema hidropónico que les proporciona agua mezclada con minerales y nutrientes.

Wylie Goodman, un estudiante graduado que está terminando una tesis sobre agricultura urbana en la Universidad de Cornell, dice que el capital financiero estadounidense es un mercado cautivo para las innovaciones.

«Tiene mucho sentido», explica. «Tienes una población bien educada y sana dispuesta a pagar mucho por buena comida local», en este caso siete dólares por cada paquete de verduras frescas que te llevan a casa.

Nueva York y sus alrededores han visto innovaciones constantes en materia de agricultura urbana, desde los jardines en los tejados hasta los gigantes complejos AeroFarm, en Newark, o Gotham Greens.

Estas firmas cultivan verduras y hierbas en unos tejados ultramodernos, que pueden cosecharse antes del desayuno y estar en un plato de Nueva York para el almuerzo.

– Entorno incandescente –

Tras medio año de aprendizaje, Peggs señala que los diez jóvenes emprendedores han aprendido a cultivar la comida que los clientes quieren comprar.

El próximo paso será empezar a crear en un año otros «campos» capaces de producir verduras en otras ciudades similares al de Brooklyn, antes de que la iniciativa se despliegue «por todas partes».

Su entusiasmo es contagioso. Cerca de las 100 personas que participaron en una visita a la granja esta semana, no solo acabaron queriendo comprar las verduras sino, en su mayoría, interesados en poner en marcha algo semejante.

No obstante, también hay algunas desventajas de este modelo de negocio.

Aunque estas granjas interiores pueden adaptarse para hacer crecer fresas y arándanos, «nadie con una formación en agricultura» piensa que se puede remplazar a las granjas tradicionales, dice Goodman.

Por otra parte, los productos con una biomasa más densa, como los cereales o la remolacha, están fuera del alcance por el momento. «Si cultivara remolachas, tendría que venderlas a 50 dólares cada una», ironiza Peggs.

Las condiciones laborales también son un problema.

«¿Quieres realmente trabajar en un ambiente cerrado e incandescente?», se pregunta Goodman.

Además la iluminación es demasiado cara y hay muy pocos espacios de cultivo a un precio razonable, por lo menos por ahora.

Estas cuestiones ya han sido planteadas por algunos de los aprendices de emprendedores-granjeros en Square Roots.

Electra Jarvis, de 27 años, se unió al programa tras hacer una maestría en sustentabilidad de medio ambiente a pesar de que «no había cultivado una planta nunca».

En solo unos meses se ha familiarizado con el proceso y ya tiene 20 clientes para sus bolsas con hojas de ensalada que prepara con una etiqueta que dice «Cultivadas con amor por Electra Jarvis».

Sin embargo, aunque está contenta de saber cómo se convierte un «espacio muerto» en un «espacio verde», no esta segura de que este trabajo sea para ella.

«Echo de menos la naturaleza», confiesa. «Prefiero poder cultivar al aire libre».