Santo Domingo. La República Dominicana se ha convertido en un “albergue” y un “puente de paso” para cientos de boricuas y dominicanos que llegan tras perder la mayoría de sus bienes en Puerto Rico por causa del huracán María.

Acompañados de la nostalgia, una sola maleta, y hasta con sus mascotas, decenas de familias pisan suelo dominicano con la esperanza de volver a la “Isla del Encanto” cuando “la situación se normalice”.



Indica el periódico El Día que la terminal Don Diego, del puerto de Santo Domingo, recibió ayer 699 viajeros, en su mayoría con un “pasaje de ida”, ya que para algunos el suelo dominicano es el puente para viajar a Estados Unidos, donde buscarán rehacer sus vidas.



Carmen Rodríguez es una de las puertorriqueñas que llegaron al país por el ferri para luego tomar un avión hacia Estados Unidos, donde la esperan sus familiares.

Rodríguez buscará en la Unión Americana servicios de salud, ya que está embarazada, y quiere reunirse con sus familiares.

Pero otros boricuas, como Judith Delgado, no ven a la República Dominicana como un “puente”, sino como su hogar, por lo que decidió venir y reunirse con su esposo Reynaldo Vélez para radicarse de forma definitiva. Delgado precisó que ya buscan colegio para inscribir a su hija Aidia.

“Muchos de nosotros estamos huyendo para tener una mejor calidad de vida, porque en todo Puerto Rico se viven momentos de desesperación”, expresó Joshua Villafáñez, quien también llegó con el objetivo de quedarse en este país.

Sentimientos encontrados

También llegaron cientos de dominicanos, quienes albergan la esperanza de volver “cuando se regule la situación actual”.

“Yo quiero ayudar, yo quiero volver.

Yo quiero llevar ayuda, Puerto Rico es mi segunda patria y la verdad es que está destruido”, dijo Georgina Herrera, una dominicana que con lágrimas abrazó a su familia, pero cuyo corazón piensa en los daños de la ‘Isla del Encanto’.

Digna Cabrera es otra dominicana que “vino de visita” para su natal Tamboril, en Santiago, porque no puede abandonar lo que tiene en Borinquen, aunque ella da gracias a Dios porque aquí encontrará la tranquilidad que no puede recibir en la vecina isla debido a la difícil situación.

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