Una historia repetida una y otra vez: la joven actriz invitada a un cuarto de hotel a una reunión con un magnate de Hollywood, de quien termina huyendo cuando, vestido con nada más que una bata, él le pide que lo vea masturbarse.

El célebre productor de Hollywood Harvey Weinstein, hoy con 65 años, es señalado de haber acosado sexualmente a actrices jóvenes, modelos y empleadas desde los años 1990. Cuatro lo acusan de violación.

Y nuevas historias salen a la luz cada día y en casi todas, los mismos elementos, un leimotiv: el hotel, la bata, la oferta de un masaje, el pedido de verlo masturbarse, las promesas de fama, las amenazas de arruinar una carrera, el pánico clavado en la cara de la víctima.

Expertos coinciden en que los agresores sexuales perfeccionan rituales no solo para satisfacer sus deseos, sino también para racionalizar su conducta.

Otro célebre de Hollywood, Bill Cosby, fue acusado por unas 50 mujeres de haberlas drogado y violado. Se salvó en un primer juicio que fue anulado porque el jurado no llegó a un veredicto unánime. Otro proceso comienza en 2018.

«Cuando un predador sexual encuentra un método que funciona, lo pule, perfecciona y usa repetidamente», explicó a la AFP Kristen Houser, vocera del Centro Nacional de Recursos para la Violencia Sexual. «Patrones como estos encajan en los de abusadores sexuales convictos».

La lista de actrices que aseguran haber sido objeto de sus insinuaciones sexuales incluye a Mira Sorvino, Rosana Arquette, Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie, Cara Delevingne, Léa Seydoux…

Y estos abusos jamás llegaron a la justicia.

Como Cosby, Weinstein era poderoso en la industria del entretenimiento y con un pestañeo podía acabar con una carrera entera.

Sus 136 kilos también ayudaban al proceso de intimidación.

«El miedo en el ojo de sus presas los hace sentir poderosos», indicó la psicóloga privada Judy Bloom.

– «Trampa sexual» –

Aunque muchas parejas ritualizan el sexo, en el caso de los predadores sexuales es un juego de poder en el que obligan a su «presa» a sucumbir, a «llevarla a sentir que no tiene otra opción», destacó Bloom.

Esta conducta se repite en cualquier escenario de posiciones de poder: gobernantes, altos ejecutivos, sacerdotes, profesores, políticos. Destaca el caso, por ejemplo, del francés Dominique Strauss-Kahn.

«Es común entre hombres de este tipo, gente muy ocupada, desarrollar otras maneras de gratificación sexual», observó Gayle Wyatt, psicólogo y terapeuta sexual de la universidad UCLA de Los Ángeles.

El ritual permite «racionalizar la conducta» del agresor. «De una manera no lo hace sentir culpable», indicó Bloom. «Es pensar ‘voy a hacer esto y esta persona va a querer tener sexo, voy a crear la escena’. Hay una creencia de que va a ser consensuado aunque no lo sea», explicó.

La trama más común en las denuncias contra Weinstein era convocar reuniones de trabajo en habitaciones de hotel, entablar conversaciones amistosas, inclusive nombrar a su esposa e hijas antes de excusarse para ir al baño. Ahí salía desnudo, cubierto solo con la bata, listo para lanzar lo que Bloom llamó «una trampa sexual ritualizada».

Weinstein requería además de la cooperación de otros, según el diario The New York Times, que destapó el escándalo.

Asistentes hacían las reservas de hotel, agendaban las reuniones, acompañaban a las actrices para luego desaparecer y dejarlas solas con el productor. Su reputación era un secreto a voces en Hollywood.

Weinstein vendía una oportunidad «de beneficio mutuo, de haz esto por mí y yo hago esto por ti, como una transacción, muy diferente a una relación sexual normal», indicó Bloom, que relaciona este tipo de conductas a traumas infantiles.

Houser indicó que los predadores sexuales actúan por lo general en privado -para no dejar evidencias-, pero a veces lo hacen en público para forzar los límites y medir la reacción del público.

Y ante un poderoso, si hay silencio, el mismo patrón de conducta puede seguir impune.

Weinstein y Cosby no fueron los primeros. Alfred Hitchcock amenazó con acabar la carrera de Tippi Hedren por no acceder a su acoso. Y él tampoco «fue el primero», dijo la actriz en Twitter.

El actor Rob Schneider lo dijo: esto solo es la «punta del iceberg».