¡Qué hermoso es cuando los hermanos se unen para trabajar juntos en la obra del Señor!, sin celos, sin envidias, sin orgullo; donde cada uno ofrece sus habilidades, conocimientos, dones, para alcanzar los mejores resultados en lo que están haciendo.
La rivalidad no es buena porque nos obliga a hacer las cosas con el fin de aplastar al otro y llevarse uno solo el reconocimiento del trabajo realizado, dejando a un lado las enseñanzas del Maestro. Cristo fue un ejemplo de trabajar en equipo y demostrar que la unidad hace la fuerza.
Desde sus inicios se hizo acompañar de 12 discípulos, a los cuales les enseñó todas las cosas y los envió por todo el mundo a demostrar lo que Él les había enseñado e impartido, sin temor a ser desplazado. Cuando aprendemos a trabajar para el Señor sabemos que la corona no es nuestra sino de Él. Por eso no podemos competir; porque al final solamente Él se llevará la gloria.
Por la pastora Montserrat Bogaert /Iglesia Monte de Dios