Cuando nuestro corazón se arrepiente y nos convertimos a Cristo, empieza un proceso muy marcado en nuestras vidas, muchas veces doloroso y casi imposible de sobrellevar, pero es necesario para poder perfeccionar la obra en nosotros.

El nuevo hombre tiene que dejar todas sus vestiduras antiguas, lo cual representa su pasado, y despojarse de ellas para vestirse de justicia y santidad. No podemos seguir a Cristo si aún mantenemos vivo el pasado, ya que éste representa todo lo carnal, del alma y emocional que interrumpe el proceso de transformación que Él quiere hacer en nosotros.



Bautismo

La decisión implica valentía, porque todo lo que nos gusta, que a Él no le agrada, nos será quitado. Lo que nos gusta complace a nuestra carne, la cual compite con nuestra vida espiritual. Pero cuando Dios escoge, no juega; actúa inmediatamente empezando a trabajar con nosotros.

¿Dolerá? Sí, pero Su perfecto amor nos dará la fortaleza para vencer nuestras debilidades, hasta que podamos ver lo que éramos antes y lo que somos ahora. Esto nos levantará para seguir en las manos del Alfarero que necesita terminar la vasija que somos.



Por la pastora Montserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios