Dios no se esconde; al contrario, está mostrándose desde Génesis hasta Apocalipsis; a través de ésta, Su Palabra, está hablándonos, enseñándonos quién es Él y que Su lugar es el Cielo, donde habita para siempre.

Él deja claro en ella lo que Le gusta y no Le gusta, lo que somos con Él y lo que somos sin Él, la recompensa de los que Le obedecen y el final de los que son rebeldes a Su Palabra y a Sus mandamientos. A pesar de muchos saberlo no hacen caso; siguen la misma vida sometidos al pecado y sin deseos de cambiar. El pecado no se circunscribe solamente a la fornicación y al adulterio, porque pecado es todo lo que no agrada a Dios.



¡Pongan atención! ¡Yo vengo pronto! Y traigo el premio que le daré a cada persona, de acuerdo con lo que haya hecho. Apocalipsis 22: 12

¿Cuántos viven de las apariencias, en críticas constantes, prestando sus oídos para el chisme, robando, bebiendo, fumando, justificando lo malo, deshonrando a sus autoridades, y siguen igual sin temor alguno?

Debe haber un cambio interno que nos permita ver lo que estamos perdiendo por no renunciar a cada uno de ellos. Él viene pronto a juzgar a Su pueblo, y nos dice: “¡Pongan atención! ¡Yo vengo pronto! Y traigo el premio que le daré a cada persona por lo que haya hecho”. Si Él viniera ahora, ¿cuál crees que sería tu premio? Seamos sinceros y reconozcamos que nuestro premio se perderá si no nos decidimos a cambiar.



Por la pastora Montserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios.