Estamos llenos de debilidades, las cuales no nos ayudan en nuestra vida cristiana; hacen que otros tropiecen y se aparten del camino por algo que no tiene sentido. Si entendiéramos que todos sin excepción en algún momento vamos a fallar, porque el único que no falla es Dios por Su naturaleza divina… Pero nuestra naturaleza es terrenal y, aunque tengamos al Espíritu Santo, siempre haremos cosas inducidos por nuestra alma.

Esto empañará nuestra imagen delante de los demás, porque el proceso de cambio y transformación es muy lento debido a que primero tenemos que concientizarnos de nuestras propias debilidades para poder empezar a trabajarlas junto a Él. Hasta que se nos hagan visibles seguiremos igual, porque es algo que necesitamos aceptar nosotros mismos. Los demás lo ven, pero uno mismo no se da cuenta porque forma parte nuestra.



Si entendiéramos un poco más la naturaleza humana, habría menos problemas y, sobre todo si nos pusiéramos en el lugar del otro, seríamos más felices, porque veríamos que somos vasijas en manos del Alfarero divino. Nadie cambia a nadie; tan solo Dios puede hacerlo en Su tiempo.



Cuando alguien falle no juzgues ni cuestiones, porque ese, al igual que nosotros, está en el taller para que el Maestro corrija, enderece y quite todo lo que considere necesario.

Por la pastora Montserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios